Muchos medicamentos, incluidas las vacunas, son útiles para prevenir o tratar enfermedades, pero todos ellos son productos tóxicos para el organismo. Éste no los reconoce y por ello se producen las llamadas “reacciones adversas”. Los fármacos como los conocemos no llevan sólo el principio activo, la sustancia capaz de producir un efecto en nuestro cuerpo, también llevan conservantes o adyuvantes, potenciadores de la capacidad del medicamento para lograr su objetivo. En las vacunas, por ejemplo, para conservarlas continúa utilizándose el mercurio como bactericida. La polémica viene de lejos y no se ha cerrado aún.
También se usa mucho el aluminio como potenciador de la capacidad inmune de estos medicamentos, en forma de sales de aluminio. Se sabe que el aluminio es tóxico para el sistema nervioso. Cabe preguntarse por la eficacia de las vacunas que necesiten un potenciador de su actividad, pero aún es más importante destacar que desde hace unos años está publicándose literatura científica que documenta la existencia de un síndrome llamado ASIA o Síndrome Inflamatorio Autoinmune Provocado por adyuvantes. Éste sería el conjunto de daños provocados o agravados por los adyuvantes o potenciadores de la respuesta inmune que contienen las vacunas.
Este síndrome ha tomado protagonismo porque en Francia, a raíz de los congresos científicos celebrados con motivo del interés suscitado por los daños de la vacuna del papiloma, el profesor Yehuda Shoenfeld, director del Centro Zabludowicz para enfermedades autoinmunes y especialista internacional sobre inmunidad, señaló que algunas personas tienen una predisposición genética a una mayor y más grave estimulación del sistema inmunológico con vacunas que contienen sales de aluminio como adyuvantes. Ello les puede suponer perder su salud por diversas enfermedades.
Dicho profesor definió en 2011 como ASIA a esos males entre los que destacan los daños musculares y la fatiga crónica, aunque en la literatura científica ya hay documentados casos de muerte tras desarrollar una enfermedad autoinmune al vacunar contra el virus del papiloma humano.
No quiere decir que esto le ocurra a todo el mundo que se vacune con adyuvantes, pero lo cierto es que no es posible conocer exactamente cuál es el porcentaje de personas afectadas, sobre todo niños, y estas sustancias se encuentran en muchas vacunas: gripe, polio, meningococo, neumococo, tétanos, difteria, etc.
Shoenfeld lleva publicando sobre ello varios años y quizá el trabajo de referencia y en el que explica todo de manera muy documentada es uno publicado en 2013 en Journal of Autoimmunity titulado “Autoimmune/inflammatory syndrome induced by adjuvants (ASIA) 2013: Unveiling the pathogenic, clinical and diagnostic aspects”. En él puede leerse qué es lo que puede causar este síndrome y cuáles son sus características.
A la lista mencionada antes el autor añade otras enfermedades inflamatorias o autoinmunes como artritis, esclerosis múltiple o diabetes melitus, así como miofascitis macrofágica, todas ellas relacionadas con los adyuvantes de aluminio.
La clave para entender todo esto está en que hay personas predispuestas genéticamente a esos daños, pero es un factor externo o ambiental el que los activaría, por ejemplo, el aluminio. Esto explica que aún sean relativamente poco frecuentes esos daños.
Convendría pues, antes de vacunar, hacer ciertas pruebas genéticas para saber cómo está el sistema inmune y qué elementos pueden dañar al bebé o a la persona a vacunar. Los profesionales sanitarios han de conocer todo esto. Se da la circunstancia de que hace poco hemos descubierto un fraude a la salud pública en España con la cantidad de aluminio en las vacunas. Dos familias de las que componen la Asociación de Afectados por Vacunas (AxV) han analizado en un laboratorio independiente los componentes de las vacunas que administraron a sus hijos, fallecidos con probabilidad por los daños recibidos por el fármaco. ¿El resultado? Dos lotes diferentes llevaban más aluminio del que anuncia la ficha técnica de la vacuna.
Según la ficha técnica de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), la vacuna Infanrix hexa contiene 0,5 miligramos de hidróxido de aluminio, pero el resultado del análisis del citado laboratorio ofrece que la muestra estudiada lleva 1,5 miligramos. Es decir, tres veces más de lo que el laboratorio fabricante, GlaxoSmithKline, ha declarado a la agencia. Esa es la vacuna que le pusieron al pequeño Luca y que sus padres sospechan que le causó la encefalopatía que sufrió y que acabó con su vida.
Hace poco han sido los padres de Álvaro, otro bebé que tras recibir la citada vacuna sufrió encefalitis y también falleció, los que han analizado en el laboratorio Doctor’s Data una muestra del lote del medicamento que le pusieron a su pequeño. En este caso contiene 0,82 miligramos.
Hay que destacar que la analizada por dicho laboratorio experto, y validado por la Europea Commission Joint Research Centre, es la copia de seguridad que sirve de referencia para España respecto a ese lote y serie. Ésta fue entregada por el fabricante del producto por vía judicial con gran resistencia por parte de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios(AEMPS).
Estamos ante un gravísimo fraude a la salud pública. Sólo dos veces se han analizado de manera independiente estas vacunas tras la muerte de dos bebés y en las dos ocasiones se han encontrado cantidades de aluminio mucho más altas de las declaradas oficialmente en la ficha técnica del producto.
La población merece explicaciones.