La medicina integrativa representa el movimiento más importante en medicina desde hace muchos años. Y lo representa porque crea un modelo de trabajo y enfoque diferente, porque responde a preguntas que no tenían opciones y porque mantiene y subsume los buenos hechos del anterior modelo. Y además porque surge de las demandas de los más importantes en este proceso: las personas enfermas, los pacientes.
Este modelo surge en la década de los 90 del siglo XX debido a una creciente demanda de los propios pacientes y de la frustración profesional de los facultativos. La burocratización, la despersonalización de las relaciones, el incremento imparable del gasto de modelos y estructuras en donde se dan cita un cambio epidemiológico y un cambio demográfico supone un fracaso por éxito. Y más cuando se da una demanda sin fin y una manera fácil e irresponsable de actuar orientando los procesos de diagnóstico y seguimiento hacia la tecnificación, olvidando las aportaciones de los campos del arte médico y sus conocimientos ancestrales: historia clínica, semiología, intercambio de opiniones y escucha del paciente.
Es el éxito derivado de la creación de sistemas nacionales de salud como brazo esencial del estado de bienestar, con unos profesionales orientados desde sus inicios universitarios a ser empleados públicos y no tener determinada una carrera profesional estimulante y un abandono de la investigación, de la formación permanente y hasta de decisiones en políticas públicas por parte de una industria tremendamente poderosa y que actúa como lobby, como es la Big Farma.
Este es el cóctel de problemas y sus raíces que han llevado a una oferta novedosa que corresponde al concepto ampliado de salud y medicina integrativa especialmente destinado al campo de la Atención Primaria de Salud (APS). Este modelo sólo se va a salvar si implanta la salud y la medicina integrativa en su quehacer diario. Y si no lo hace, tarde o temprano el sistema empezará a demostrar su ineficacia y colapsará. Puede parecer una afirmación rotunda, pero ya está ocurriendo.
UNA MEDICINA FEMENINA
Y cuando nos enfocamos en la población femenina (el 50% de la población), los hechos son todavía más dramáticos. Desde sus orígenes la medicina ha ninguneado a la mujer. No la ha considerado “el otro ser humano” con elementos comunes y diferenciados. Como mucho la ha considerada “el otro”, teniendo como referencias al varón y además de determinado sesgo: blanco, anglosajón, de 30 años de edad. Esta ha sido la referencia de donde ha partido “lo normal”. Aunque históricamente Darwin llegaría a afirmar que la mujer bien podía ser considerada “el ser humano evolucionado”, muy pocos, no sólo de su época sino de la posterior y actual, han sostenido esta afirmación.
La realidad es que ha sido excluida de la producción del saber médico y científico y de su aplicación. La medicina consideró de inicio que excepto lo considerado en torno “a la procreación” todo lo demás debería ser igual y funcionaría de la misma manera. Con políticas paternalistas “la protegía de la investigación médica”, y a cambio de ello realmente la medicina ha sido brutal en los procesos conceptuales diagnósticos y terapéuticos con la mujer, mucho más que con el varón. Numerosos estudios han comprobado esta realidad histórica cuya conclusión es que los conocimientos que tenemos proceden de la biología masculina, escasamente de la femenina, “protegida” porque estaban destinadas a la procreación, y esto podía alterar potencialmente ese fin.
No sería hasta el reciente año 2014 que el propio Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos comenzó a reconocer el problema del sesgo masculino en los ensayos preclínicos y ya ¡en 2016! exigió que en la investigación se utilizaran modelos animales que incluyeran tanto machos como hembras.
Muchos se preguntan por qué hasta el 75% de las mujeres de un estudio realizado en Estados Unidos usan alguna terapia de las denominadas complementarias, especialmente tras la menopausia. Estas terapias están básicamente relacionadas con cambios en la nutrición y la dieta y en las denominadas técnicas mente-cuerpo. Desafortunadamente lo hacen en su mayoría por sí mismas, bajo la recomendación de una amiga o un familiar, un consejo de internet o una lectura de publicación general. No se apoyan en conocimientos de sus médicos. Posiblemente si preguntaran sólo encontrarían desconocimiento o una regañina.
La medicina integrativa como nuevo modelo ha buscado lo que los pacientes, y en general las personas, pedían, que tuviéramos una visión más real y completa, que no se fijaran en ellos como elementos básicamente corpóreos (química, genética, física…) sino como una persona en su globalidad.
CENTRARSE EN LAS NECESIDADES DE LAS PERSONAS
Se ha llegado a señalar por aquellos en contra del avance de este modelo que el significado de este patrón de uso, de predominio femenino, se explica en las convenciones que la feminidad puntúa, especialmente porque son mujeres de una determinada clase social (media, media alta) y de recursos económicos y educativos altos las que están utilizando y demandan más esta clase de actuación médica. Pero hasta ahora sólo ha podido ser un grupo de personas: con nivel educativo y de clase media-alta con recursos económicos por ser fundamentalmente una atención hasta ahora de medicina privada.
Pero la pregunta es ¿por qué lo hacen? ¿Es simplemente por un privilegio social que buscan una atención individualizada, personal, diferente, menos agresiva? No es posible que sólo sea su capacidad económica la que lleva al uso de esta clase de actuación, sino más bien y sencillamente porque no están satisfechas con lo que les ofrece el modelo imperante actual. Y quieren marcar diferencias, de la misma forma que toman decisiones en acciones como ciudadanas o consumidoras. Expresan una demanda que emana de necesitar tener mejores conexiones emocionales y una mejor sintonía con sus cuerpos.
Quien no entiende esto, no ve que hay una demanda nueva y emergente de valores, ideas y de necesidades y expectativas respecto al modelo de actuar en medicina. Una mujer con cáncer de mama no sólo busca una atención biologicida, propio del sistema convencional, sino que desean modelos de atención personalizados que las vea, no como una “mama a tratar como sea”, sino una persona con mente, emociones y deseos.
Hay un cambio global incluso en instituciones alejadas de la medicina integrativa donde las cualidades de ésta se infiltran buscando actuaciones más globales, transversales y holísticas. Para la medicina integrativa es esencial el entorno de la persona, cómo le afecta y cómo vive su enfermedad y cómo crea pensamientos y emociones, así como nuevos sistemas de relaciones. En cierto modo estar enfermo es una nueva manera de estar en el mundo y en la sociedad, en la familia y en el trabajo. Es la historia a veces de un tiempo en suspenso, como bien podíamos arrebatarle al escritor Saul Bellow.
Las nuevas interacciones con los equipos de salud y medicina integrativa son de los aspectos más valorados en las mujeres analizadas y que demandan y utilizan servicios de medicina integrativa. El modelo anterior, ortodoxo, está centrado en la enfermedad, alejado de las dimensiones psicosociales, centrada en los instrumentos, la tecnología, que muchas veces es fría. Es necesaria, y gracias a ella hoy disponemos de nuevas terapias muy diversas y diferentes a las de hace sólo unos pocos decenios. Pero los profesionales de este modelo además están abrumados en cuestión de tiempo. Y se les nota sus agobios.
Las pacientes que utilizan medicina integrativa necesitan hablar y comunicar sus pensamientos y necesidades, ideas, percepciones y miedos, y también los hechos victoriosos. Construir relaciones de sincera confianza no es fácil, especialmente cuando rondan cuadros que nos acercan al umbral de la vida/muerte y en muchos casos las propuestas que ofrece la medicina integrativa se cuestionan duramente desde los fríos protocolos de una medicina que se autoconsidera “estrictamente científica” y no admitirá ni por lo más mínimo una fisura en su monolítico modo de ver, pensar y actuar.
UN MODELO MÉDICO MAL DENOMINADO BIOMÉDICO
El prefijo bio nunca lo entendí. Quizá sólo considerando que hay muchos licenciados en medicina, pero pocos médicos en el sentido que ello ampliamente supone. Ser lo primero es fácil. Sólo hay que estudiar lo que te mandan, sin pensar mucho. Ser lo segundo supone un cuestionamiento permanente de cada acto, una individualización de lo que se aplica, una permanente revisión y una preocupación por quien nos viene a pedir ayuda.
Es con mucho un esfuerzo intelectual y emocional que muchos desdeñan. Porque en esta mirada lo humano entra en juego con fuerza. La biomedicina no sólo se apropió de los cuerpos, sino que evitó lo psíquico. Se ha establecido una falsa dicotomía entre emociones y razonamientos. No son opuestos. Son complementarios en un todo.
Apoyarse sólo en “los datos y las evidencias”, como obliga la biomedicina, lo que está consiguiendo es una demanda creciente de personas que buscan los modelos de trabajo de la medicina integrativa.
¿QUÉ QUIEREN LAS PERSONAS, LOS PACIENTES?
Más empatía, más opciones, más explicaciones, atención personalizada y global, no ir de especialista en especialista en un peregrinar inacabable, con soluciones exclusivamente farmacológicas, así como más reconocimiento y cooperación.
En un país como el nuestro, con un potentísimo sistema nacional de salud con buenos profesionales, con recursos instrumentales, de amplia cobertura nacional donde además 11,5 millones de personas pagan un seguro médico aparte privado, lo que supone para el sector empresarial un paquete de más de 8000 millones de euros en el año 2018 y creciendo, qué hacen buscando modelos de medicina integrativa. Pues sencillamente buscan aquello que no encuentran ni se les ofrece. Y si la estructura y los grupos de poder sanitarios vieran más allá, entenderían que este modelo va a ser el único que mantenga al sistema vivo, pues los estudios sobre reducción de costes que aporta la salud y medicina integrativa son ya verificables. Cuanto más tiempo se pierda, peor para todos.
JOSÉ F. TINAO MARTIN-PEÑA, Miembro de SESMI y CMI-Clínica Medicina Integrativa. www.medicinaintegrativa.com
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº 25