Carlos de Prada lleva más de 30 años participando activamente en la promoción de la salud y la defensa del medio ambiente. Divulgador especializado, ha desarrollado su carrera en importantes medios nacionales tanto en radio y televisión como en prensa escrita, destacando singularmente sus cerca de 20 años de labor en la Cadena Cope de radio. Su labor comprometida de divulgación, investigación y denuncia, que ha incluido una amplia labor como conferenciante y autor de varios libros, ha sido reconocida con numerosos premios como, entre otros, el Global 500 de la ONU o el Premio Nacional de Medio Ambiente. Es además presidente del FODESAM y director de la campaña de Hogar sin tóxicos de la Fundación Vivo Sano, destinada a concienciar a la sociedad acerca de la prevención de problemas sanitarios que puede alcanzarse con la reducción de la exposición a las omnipresentes sustancias tóxicas que nos rodean en la vida cotidiana.
¿Desde cuándo tienes esa preocupación por el medio ambiente y por su mantenimiento?
Comenzó muy pronto. Desde que tenía 15 años y de manera muy intensa. Mi “diversión” juvenil era estudiar sin descanso sobre temas de ecología, tanto en los libros como sobre el terreno, y participar en campañas e iniciativas en ese ámbito. Sería muy largo tan solo enumerar todas las cosas en las que participé entonces. Con unos 23 años trasladé mi labor de defensa de la Naturaleza a los medios de comunicación, al ser fichado como especialista en temas ecológicos por una influyente emisora de radio que llegó a ser líder nacional de audiencia. Eso fue el comienzo de mi trepidante cuarto de siglo de periodismo de divulgación y denuncia sobre temas medioambientales en diferentes medios y en el que hube de batallar en muchos y muy diversos frentes, combinándolo con otras cuestiones de activismo. De entre todos los temas que me han ocupado, el de los contaminantes químicos, por su importancia y desatención, me ha preocupado especialmente durante mucho tiempo.
¿Cuál es la importancia que tiene la calidad de nuestro entorno en nuestra salud? ¿Qué consecuencias se pueden derivar para las personas?
El hombre moderno, por alguna extraña razón, parece como si se sintiese al margen de lo que le rodea. Sin embargo, hasta la palabra “hombre” significa “tierra”. El hombre es uno con la tierra. Con su entorno. Y lo que el hombre hace a su medio se lo está haciendo a sí mismo. Por ejemplo, los venenos que vertemos en la Naturaleza acaban luego en nuestro propio cuerpo. Las consecuencias son evidentes, a muchos niveles. No es posible un hombre sano en un planeta enfermo. Si nos fijamos en las enfermedades que más están creciendo en incidencia en Occidente en estos momentos veremos que son males que tienen muchas veces una fuerte componente ambiental, siendo la contaminación química un factor relevante según infinidad de estudios. Cáncer, infertilidad, asma, alergias, enfermedades autoinmunes, diabetes… Sin embargo, una parte importante del enfoque de la medicina actual se conforma con diagnosticar y tratar los males, con mejor o peor resultado, y a veces de modo meramente sintomático, en lugar de prevenirlos. Es como si no importase que esos problemas crezcan y crezcan y afecten cada vez a un mayor número de personas. El cáncer, por ejemplo, según la revista Science crecerá un 75% de aquí al 2030. Y a nadie le escandaliza. Se toma como algo “inevitable” y, en lugar de prevenir, todo el esfuerzo va al negocio floreciente de los diagnósticos y los tratamientos. Acaso porque no interesa enfrentarse a una serie de factores causales bien conocidos, pero con muchos intereses económicos detrás. ¿Cómo es posible que se dé por bueno que la incidencia crezca y crezca sin atajar las causas? ¿En qué mundo vivimos?
A tu juicio, ¿existe en general una suficiente concienciación respecto a la calidad de nuestro entorno y cómo nos repercute?
No. Especialmente en países como España. Aunque se dan paradojas. Por ejemplo que una buena parte de la población esté preocupada por el efecto que los residuos de pesticidas puedan tener sobre la salud pero que luego en España el consumo de productos ecológicos, que no contienen esos residuos, sea bajo. Pese a ser el país con mayor superficie de cultivos ecológicos de Europa, casi todo lo que se produce se exporta a países más concienciados. La gente sabe algo, pero no lo suficiente. Y no digamos sobre otros tipos de contaminantes. En este país muchos saben todo sobre la vida y obra de cualquier futbolista o de cualquier cantante o famoso de tres al cuarto, a veces de forma enciclopédica, pero muy pocos saben lo que es el bisfenol A, los ftalatos, los retardantes de llama, los compuestos perfluorados, los trihalometanos, los compuestos orgánicos volátiles… o tantas otras sustancias que, quien sabe, puede tener que ver con el asma de su hijo, el cáncer de mama de su esposa, o con una serie de partos prematuros o malformaciones habidos en la familia. Sustancias que a lo mejor están en los plásticos que tienen en casa, en las latas de comida, en el agua que beben, en el mueble que han comprado, en un ambientador, en un insecticida doméstico… En el pecado de la ignorancia, de la que no solo cabe culpar a los poderes públicos sino al conformismo, desinterés y pasividad de parte de las masas, está la penitencia. Afortunadamente hay un sector de personas, creciente, que se va interesando por estos temas. En eso está la esperanza y en promoverlo trabajamos.
¿La situación que tenemos en España es buena, es similar a la de otros países?
España es un país atrasado en estos temas. No digamos si lo comparamos con el nivel de conciencia existente en algunos países como los del norte de Europa. Y eso facilita que, por la falta de presión social, los políticos se desentiendan. Por eso es clave trabajar en la concienciación como estamos haciendo. Tanto para que crezca la presión social que propicie que se redacten leyes que nos protejan de verdad, como para que, en tanto llega o no esa legislación, la gente pueda al menos acometer una serie de medidas para autoprotegerse. La gente, como individuo, tiene mucho más poder del que muchas veces piensa. Simplemente con optar por comprar una cosa y no otra puede generar poderosas fuerzas de mercado. O puede fácilmente emprender una serie de acciones, por ejemplo en el ámbito doméstico, que pueden mejorar su entorno grandemente, sin necesidad de tener demasiados conocimientos.
¿Qué circunstancias políticas y sociales deberían darse para que la situación en nuestro país fuese óptima? ¿Cuáles serían las principales medidas?
Ya lo he comentado un poco. Es preciso que crezca la conciencia social para que los políticos se vean forzados a adoptar medidas. Una sociedad civil fuerte es clave. Con organizaciones fuertes que, por un lado, conciencien y, por otro, presionen a las instituciones para contrarrestar la presión que, en sentido opuesto, ejercen una serie de intereses. Las leyes que hay hoy en asuntos como el de los contaminantes químicos, parecen hechas más para defender los intereses de los contaminadores que para defender la salud pública. Un ejemplo son esos niveles “legales” de contaminantes que tantas veces han sido establecidos para “legalizar” la contaminación que nos está afectando. Límites supuestamente “seguros” basados frecuentemente en dudosos informes de la propia industria, mientras se hace caso omiso de estudios científicos serios publicados por la comunidad científica. ¿Medidas? Concienciación. Denuncia. Presión ante los poderes públicos para que sean realmente eso, poderes al servicio de lo público y no de unas cuantas corporaciones.
Hablando en concreto de la toxicidad en el hogar, ¿cuál es su impacto real en la salud de una familia?
Mucha gente, cuando piensa en sustancias tóxicas, suele pensar en chimeneas de fábricas siniestras, vertidos a ríos… O en un trabajador de una industria embutido en un traje especial y con máscara antigás. No piensan que algunas de esas sustancias se usan, legalmente para la fabricación de artículos que luego acaban siendo puestos a la venta y que pueden terminar en el interior de una casa. Muchas sustancias tóxicas son “vertidas” directamente dentro de nuestros propios hogares. La laxa legislación existente lo permite y ampara. Podemos pintar con ellas las paredes, pueden estar en el plástico que recubre nuestros suelos, en los muebles y artículos decorativos, en aparatos electrónicos, en productos de limpieza, en 56 VIVO SANO insecticidas domésticos, en ambientadores, productos de aseo, cosméticos, en los alimentos, etc. Y a través de la respiración, por ejemplo en el polvo doméstico en el que van integrándose muchos contaminantes químicos, de la ingestión o de la absorción por la piel muchos de esos contaminantes llegan a nuestro cuerpo.
Sobre el impacto que esto puede tener hay mucho publicado y preocupa en especial el riesgo para embarazadas y niños. Por solo hablar de un tipo de contaminantes, sobre los disruptores endocrinos lo que la ciencia nos dice de forma clara es que, aunque las Administraciones nos hayan vendido la idea de que hay unos niveles “seguros” de exposición a ellos, lo cierto es que estas sustancias pueden actuar a niveles bajísimos y que no está claro que haya umbral seguro alguno. Y en las casas hay presencia cotidiana de muchos de estos contaminantes que han sido asociados a las cosas más diversas: infertilidad, malformaciones congénitas, problemas tiroideos, cánceres hormono-dependientes, asma y alergias, problemas cardiovasculares, etc. Y eso hablando solo de sustancias disruptoras endocrinas y por no hablar de otras que pueden ser cancerígenas, mutagénicas, irritantes, etc. No es bueno alarmarse en exceso, pero tampoco mirar hacia otro lado. Las casas de hoy pueden tener presencia de una serie de elementos cuya presencia deberíamos reducir en la medida de lo posible.
¿Qué tres consejos podrías darnos para desintoxicar nuestro hogar?
Bueno, es difícil dar solo tres. La web de nuestra campaña Hogar sin Tóxicos y obras divulgativas que hemos hecho están llenas de ellos. Simplemente diré que yo, en mi casa, no pongo ambientadores. Lo que hago es ventilar bien la casa, eliminar fuentes de olor si las hubiere y que si fuese el caso pondría bandejas con bicarbonato que absorben los olores o situaría ramos de plantas aromáticas. No uso insecticidas domésticos para las hormigas sino que lo que hago es limpiar bien sin dejarles restos que puedan comer o tapar agujeros y que, si viese preciso acciones más allá de eso, sé que las ahuyentan cosas como las cáscaras de limón o de pepino ralladas o el vinagre. Y que en mi casa no hay veinte mil tipos de productos de limpieza diferentes, uno para cada cosa, sino algún producto concreto comprado en ecotienda, que no contiene una serie de sustancias, y jabón natural de toda la vida. Al fin y al cabo no tengo que limpiar los suelos como si fuesen un quirófano. Y que para limpiar un cristal basta con un poco de agua y si acaso un poquito de jabón. Y que con limón, bicarbonato y vinagre podría limpiarse toda la casa prácticamente. El tema es pensar un poco en toda la química sintética que podemos meter en casa si nos lanzamos a comprar y usar cosas sin pensar.
Desde la Fundación Vivo Sano estás en permanente contacto con representantes políticos para lograr leyes más respetuosas con las personas y el medio ambiente, en el terreno de la toxicidad ambiental. ¿Cuál es su postura?
Hay de todo. Unos son más proclives, otros menos. Y a veces en el partido que menos se espera puede haber una persona decente y favorable. Los representantes políticos deberían defender a los ciudadanos, aunque algunos parecen más bien defender otras cosas, o simplemente por desconocimiento no se ocupan de algunos temas importantes. Por eso hay que permanecer continuamente vigilantes con ellos, elevarles propuestas serias y bien fundamentadas, y hacer un seguimiento para ver que se llevan adelante. Es una labor donde muchas veces hace falta una gran dosis de paciencia, sobre todo ante temas que, a pesar de lo importantes que son, han sido tradicionalmente muy olvidados en España y, en realidad, estamos moviendo temas pioneros a nivel nacional.
¿En qué proyectos estáis trabajando ahora mismo?
Hacemos un seguimiento de nuestra campaña para eliminar el bisfenol A en cualquier clase de material en contacto con alimentos. Una campaña muy importante ya que se trata de un contaminante al que centenares de estudios científicos asocian a infinidad de problemas sanitarios a niveles bajísimos de concentración y que además está en algo tan frecuente como buena parte de las latas de comida. Millones de personas se exponen a él. Hemos conseguido, entre otras cosas, que se presenten varias proposiciones en el Congreso y preparamos más acciones para forzar a que las empresas dejen de usarlo. Además, las medidas que se adopten sobre el bisfenol A pueden abrir camino a las que se adopten luego para otros disruptores endocrinos.
Estamos además ultimando una campaña crucial sobre un grupo de sustancias por ser contaminantes universales, los ftalatos, y hemos elaborado un amplísimo informe-propuesta que lanzaremos en breve.
También trabajamos en nuestra propuesta pionera, que recientemente hicimos llegar a las Administraciones, para la reducción del uso de pesticidas en España. La presentación de nuestra propuesta conjunta Fundación Vivo SanoFodesam, tuvo muy buena acogida, siendo apoyada por algunas de las principales organizaciones nacionales e internacionales y en estos momentos trabajamos a nivel político para conseguir que se lleve a efecto al menos en algunas comunidades autónomas.
Por otro lado, nos estamos volcando con fuerza en el seguimiento de la problemática global de los disruptores endocrinos y en ese sentido preparamos también alguna iniciativa. Y, en fin, otras cosas que estamos gestando. Trabajo no nos falta.
Si tuvieses que explicar en una frase por qué es necesario involucrarse en la reducción de los tóxicos que vertemos a nuestro planeta, ¿qué dirías?
Pues que no creo que haya muchas causas más importantes que esta para frenar una parte de la debacle sanitaria y también de biodiversidad que padece nuestro planeta. Debemos poner fin a lo que la bióloga norteamericana Rachel Carson definió como la “era de los venenos”. Nos va mucho en ello.
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº4