Sentimientos, pensamientos y movimientos se asocian a corrientes de electricidad en el cerebro, que hoy pueden ser registradas y analizadas a través de modernas tecnologías como la resonancia magnética funcional y una técnica de desarrollo reciente utilizada para leer la mente, que se conoce como electrocorticografía.
A través de esta última técnica, las ondas gamma, las de más alta frecuencia y menor amplitud en el cerebro, pueden ser descodificadas y reconvertidas en sonido, palabras y frases, con un porcentaje significativo de acierto. Estas ondas gamma parecen reflejar la actividad local de funciones especializadas del cerebro, asociadas a picos de gran actividad como la asociada al lenguaje hablado (Herff, Frontiers in Neuroscience).
Nuestros campos electromagnéticos interactúan con los del medio ambiente, incluido el entorno humano, aunque no seamos conscientes de ello.
Un pensamiento genera una actividad neuronal específica que puede ser registrada, hasta el punto de que ya hoy asistimos a avances incipientes en la descodificación de la actividad eléctrica neuronal que permitirían descubrir, amplificar y transferir el pensamiento. No estamos muy lejos de demostrar y emplear la telepatía a la luz de la ciencia en el presente y convertirla en una prometedora tecnología en un futuro no lejano.
BIOFOTONES, MICROTÚBULOS Y CONCIENCIA
Hace décadas, Fritz Albert Popp, físico alemán reconocido como el padre de la biofotónica, descubrió que la comunicación celular se realiza especialmente a través de la emisión de biofotones a ritmos específicos constantes.
Recientemente los científicos encontraron que las neuronas de los mamíferos tienen la capacidad de generar biofotones en rangos que van desde los 200 nanómetros hasta los 1300, que comprenden y van más allá del espectro de la luz visible.
Tales descubrimientos se complementan con los estudios de Roger Penrose y Stuart Hameroff y su modelo de conciencia cuántica, que parte del estudio del sistema de microtúbulos neuronales. Estos son como los chips de un computador incorporados en cada neurona. Es como si cada neurona tuviera un computador cuántico incorporado. Si a esto agregamos el modelo de cerebro holográfico de Karl Pribram, que implica la transferencia de patrones de ondas coherentes en el procesamiento de la información cerebral, nos vamos aproximando a una teoría del campo neuronal en la que la luz es el actor principal.
Sería cuando menos extraño que los cuantos de luz o fotones no jugaran un rol primario en la función cerebral, si advertimos que las neuronas contienen muchas moléculas sensibles a la luz como los anillos de porfirina, pyridinas, cromóforos lipídicos y aminoácidos aromáticos. En particular las mitocondrias, fuente de energía celular, contienen algunas de las moléculas sensibles a la luz más importantes en la vida. Además, los sistemas de microtúbulos y los grandes polímeros biológicos, como el ADN y la melanina, se comportan como fibras ópticas que transfieren luz en distintos rangos de frecuencia.
Todos estos hallazgos nos permiten pensar hoy que las neuronas se comunican por medio de la luz. Que el cerebro emite y recibe luz. Y sobre todo que el cerebro humano podría generar billones de biofotones por segundo. La luz pareciera relacionarse así con la conciencia: más luz, más densidad y transferencia de información. Mayor nivel de conciencia.
LA FÍSICA DE LA CONCIENCIA
En una visión sintergética nos hemos planteado hace dos décadas que la materia, la energía y la información forman parte de un solo proceso indivisible. Cada una de ellas sería una expresión particular de la conciencia. Todo es materia más o menos densa o sutil. O todo es energía. O todo es información. Todo está hecho de distintas vibraciones de lo mismo: un campo unificado de relaciones que podríamos denominar un campo de conciencia.
Esto se corresponde con un modo completamente nuevo de concebir la conciencia, que se está expandiendo vertiginosamente entre los físicos teóricos. Max Erik Tegmark, físico teórico del Massachusetts Institute of Technology en Cambridge, ha formulado en términos de mecánica cuántica y teoría de la información una nueva serie de problemas fundamentales que esta nueva forma de pensar nos trae. Esto nos lleva a plantearnos preguntas acerca de la naturaleza de la realidad, que ya la ciencia de hoy puede ayudar a dilucidar.
Para Tegemark, así como existen múltiples estados de la materia, como el sólido líquido, el gaseoso y el plasma, la conciencia se manifiesta en múltiples estados. Podríamos decir aquí que, de igual modo, todo cuanto es podría vislumbrarse como un estado particular de la conciencia.
CARACTERÍSTICAS DE LOS SISTEMAS QUE MANIFIESTAN CONCIENCIA
En el 2008 Giulio Tononi de la Universidad de Wisconsin en Madison propuso que un sistema capaz de manifestar conciencia debería tener dos características específicas:
1. Capacidad para almacenar y procesar grandes cantidades de información. Desde la sintergética formulamos que tanto la vida como la conciencia son procesos ligados a la información.
2. Esta información debe ser integrada en un todo unificado, de tal modo que sea imposible dividirlo en partes independientes. Esto refleja que la experiencia de cada instancia de conciencia es un todo unificado que no puede ser descompuesto en partes constituyentes. Esto se considera en sintergética como la ley del holograma, que explica la indivisibilidad esencial de un sistema, como la vida, que pierde sus propiedades sistémicas cuando lo dividimos por especialidades en partes separadas.
Ambas características pueden ser formuladas matemáticamente, como ha propuesto Tegmark. Dado que la consciencia es un fenómeno de información, un sistema consciente debe tener la capacidad para almacenarla en una memoria y evocarla eficientemente. Debe ser también capaz de procesar los datos como un computador, pero uno que sea más flexible y poderoso que los sistemas conocidos basados en el silicio.
EL CEREBRO Y LA CONCIENCIA
El sistema nervioso aparece en el reino animal como una consecuencia del movimiento, que se interioriza en un tenue movimiento eléctrico entre grupos de neuronas. Y fue surgiendo el cerebro, como un gran simulador, un fantástico instrumento para ensayar virtualmente lo que luego representaremos en el exterior.
Todo es movimiento más tenue o más evidente, expresado afuera en el macromovimiento que permite el desplazamiento del cuerpo, adentro en los micromovimientos de los electrones por la red de neuronas densamente interconectadas.
Las vías sensoriales y motoras están integradas como un todo, y nunca la información de entrada es idéntica a la de salida. El cerebro interioriza y enriquece el movimiento. El movimiento exterioriza el pensamiento. Ambos, pensamiento y movimiento, son partes de un único proceso inseparable.
En el interior del cerebro sucede un maravilloso proceso de integración y creación, en el que cada imagen se une al banco de las imágenes que conservamos o creamos, para generar, más allá de las sensaciones, las películas complejas que llamamos percepciones y concepciones. Sentimos. Percibimos. Concebimos. Nos concebimos como si cada imagen fecundara nuestro mundo interno y pudiéramos cada vez nacer a un mundo nuevo, creado desde adentro. El cerebro es un instrumento para reordenar adentro el mundo, recreándolo.
TODO ESTÁ HECHO DE DISTINTAS VIBRACIONES DE LO MISMO: UN CAMPO UNIFICADO DE RELACIONES QUE PODRÍAMOS DENOMINAR UN CAMPO DE CONCIENCIA
Todo se modifica en el interior, la sensación se convierte en percepción, y lo que se percibe se va transformando en concepciones. Es un proceso de sentir, percibir, conceptualizar, crear un mundo interior, nuevo cada vez y reinventarnos en patrones de movimientos eléctricos adentro, que generan afuera nuevos movimientos. Es así, por ejemplo, como la mano evoluciona conectando redes neuronales en un proceso que asciende desde la mano herramienta que transforma la materia y siembra, hasta la compleja mano que se expresa en la música, la caricia y el poema.
EL FENÓMENO DE LA CONCIENCIA
La consciencia por indefinible que sea, supone un movimiento de relación por el cual el universo o una porción de él se hace interno, y después de ser creado a imagen y semejanza de quien lo percibe, se proyecta de nuevo renovado al exterior.
Este proceso de relación implica una faceta biológica, un instrumento del que parecen surgir, con la energía, el pensamiento, el pensador y el observador que se piensa y que maneja, de uno u otro modo, el instrumento del cerebro. No tendría mucho sentido discutir aquí qué es primero, si el pensador o el instrumento del pensamiento, pues ambos se van recreando mutuamente.
Antes y después se intercambian, de tal modo que el futuro en el cerebro ya es presente moldeando el pasado para hacerlo nuevo. En una corriente de vida caracterizada por la autopoiesis o autorrecreación, el cerebro surge y evoluciona como el mejor instrumento creador.
Aunque no podamos dar una respuesta precisa, un viso de claridad podrá surgir cuando nos hagamos de nuevo las preguntas que muchos se han hecho sobre el fenómeno de la conciencia. ¿Surge la conciencia del cerebro? ¿Proviene de la memoria evolutiva ya presente en el átomo? ¿Podemos denominar conciencia sólo al espectro infinitesimal de lo consciente, o incluimos además el inconsciente personal y el colectivo?
Esta conciencia es tanto la levedad de la mariposa como el potencial del vuelo sumergido en la crisálida; es, en uno u otro caso, la evidencia de las alas.
La ciencia es un modo de ver que parte de la objetividad. Un modo de matar la incertidumbre cierta con los números de estadísticas, que siempre en el plano del sujeto son inciertas. La neurociencia es un modo de mirarnos a través de la ventana del cerebro para descubrir que lo podemos engañar como a un niño y que en su candorosa ingenuidad no puede distinguir entre la realidad y la ilusión. La neurociencia es un modo de saber cómo va discurriendo el agua de la información por el laberinto de ríos internos que ha creado el hábito y la costumbre. Pero no hay soluciones reduccionistas: la felicidad o la neurosis son mucho más que simulacros realizados por el lóbulo frontal. Hay alguien más que se recrea y juega adentro, alguien que procesa también la información con el corazón y el sistema digestivo.
EL MISTERIO DEL SUJETO
¿Y quién es el que siente, el que percibe, el que inventa, el que concibe?
¿Quién dirige la brújula metabólica en el hipotálamo y la sinfonía hormonal que resuena en cada célula? ¿Quién, más allá de los linfocitos T, maneja la llave de autorreconocimiento celular y la identidad psíquica? ¿Quién da sentido a los sentidos y a esa corriente de interocepción que ha permitido forjarnos una imagen de nosotros mismos? ¿Quién es el director de orquesta de este concierto de billones de células- estrellas que resuena en el cielo interno?
En verdad, no lo conocemos. Lo sentimos. Lo saboreamos o sufrimos. Lo reconocemos cuando lo vivimos. Es indudable que existimos, aunque no lo pensáramos, ni lo midiéramos. Pareciera que estuviéramos inmersos en un océano de conciencia no local que permite que todo el potencial del universo pueda confinarse en el espacio del cerebro. Las teorías de la conciencia cuántica de Roger Penrose y Stuart Hameroff, y del cerebro holográfico de Karl Pribram ya apuntaron en esta dirección.
Un conjunto de formas ordenadas en el tiempo aparece en todos como huella viva de una cierta vibración única del universo. Se ha denominado con nuestro nombre y se identifica a través del apellido. Cada planta lleva el nombre de su género y el apellido de su especie. La conciencia es todo, la especie y el género, los nombres, apellidos y pronombres. En el lenguaje de la vida es ese potencial infinito que se expresa en la singularidad de una identidad nutrida por la diversidad que nos ha hecho únicos.
Esa corriente evolutiva de la gran cadena de la vida se confina en el cuerpo como patrones de inteligencia que animan el cerebro, el corazón, el riñón y todos los sistemas del cuerpo. Constituyen diferentes dimensiones de la conciencia de uno mismo, el director que afina diferentes instrumentos de la misma orquesta.
La conciencia no sólo se refleja en las medidas objetivas que aparecen en la forma de probabilidades estadísticas, es también lo que emerge de una profunda subjetividad para la que los milagros son posibles. Es posible que más allá de todo lo objetivo, que más allá de la plasticidad y la epigenética, haya algo que no suceda en las cuatro dimensiones del espacio-tiempo. Tal vez esté sucediendo en las dimensiones intangibles de la información y los arquetipos, que convierta todo lo que vemos en un reflejo ilusorio de lo que realmente es.
JORGE IVÁN CARVAJAL POSADA
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº18