El radón es un elemento químico gaseoso de la familia de los gases – nobles. Su símbolo es Rn y su masa media es 222. Se caracteriza por ser un gas radiactivo y es inodoro, incoloro e insípido. El radón procede de la desintegración del radio-226, que a su vez procede de la desintegración del uranio-238.
El radón, en su proceso de desintegración, produce otros elementos radiactivos, a los que se conoce como productos de desintegración. Estos elementos se fijan fácilmente en las partículas que flotan en el aire, como el polvo o las gotitas de agua. Estas partículas penetran, mediante la respiración, en nuestros tejidos internos, con lo que esos elementos radiactivos quedan adheridos a dichos tejidos, fundamentalmente al epitelio bronquial, dañando el ADN de esas células del pulmón y de los bronquios.
El principal efecto establecido de la exposición al radón es el cáncer de pulmón. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el radón es la segunda causa de cáncer de pulmón después del tabaco. Además, se sabe que en fumadores el riesgo de contraer cáncer de pulmón por exposición al radón es 25 veces superior al de un no fumador. Los datos de la OMS indican que, de media, entre el 3% y el 14% de todos los cánceres de pulmón se deben a la exposición al radón. Según esos datos, entre 1500 y 2000 personas mueren al año en España por cáncer de pulmón provocado por exposición al radón.
UN DESCUBRIMIENTO CASUAL
El peligro del radón en los hogares se descubrió de forma fortuita en 1985, porque uno de los ingenieros que trabajaban en una central nuclear del estado de Pensilvania, Stanley Watras, hacía saltar las alarmas de los arcos de control de radiación cuando entraba en las instalaciones. Puesto que lo normal hubiera sido que las alarmas saltaran a la salida en el caso de que alguna persona se hubiera contaminado dentro de la central, no parecía lógico lo que pasaba. Ingenieros y científicos de la central se desplazaron a la casa de Stanley y descubrieron que allí tenía altos niveles de gas radón.
Las autoridades de Estados Unidos y la OMS se pusieron rápidamente a trabajar en el tema.
Se realizaron más de 20.000 mediciones solo en el estado de Pensilvania. En 1988, solo tres años después, la Organización Mundial de la Salud declaraba al gas radón cancerígeno humano del Grupo 1. Ese mismo año, 1988, Estados Unidos lanzaba una ley federal, la Ley de reducción de radón en interiores, con el objetivo de que en ninguna vivienda se registrase un nivel de radón superior al del exterior.
Países anglosajones como Reino Unido e Irlanda también comenzaron a trabajar en este tema. En 1990 la Comisión Europea publicó la primera recomendación a los países miembros de la Unión Europea. La Recomendación 90/143/ EURATOM alertaba de los peligros y daba indicaciones básicas para limitar la exposición de la población en el interior de los edifcios, para establecer normas técnicas de construcción para edificios nuevos que limitaran el nivel de radón en el interior a un máximo de 200 Bq/m3, y para informar a todos aquellos que participaran en la construcción de viviendas.
Lamentablemente, esa recomendación de la Unión Europea en España no causó ningún efecto legislativo: en esos años teníamos Expo y Olimpiadas, quizá no había tiempo para el radón.
ESPAÑA CARECE DE NORMATIVAS ANTIRRADÓN
Actualmente el radón se encuentra incluido en el Código Europeo Contra el Cáncer y existe una Directiva europea, la 59/2013 EURATOM, que España está incumpliendo, que obliga a los países miembros a medir y controlar el gas radón en hogares, edificios públicos y centros de trabajo, ya sean grandes empresas o pequeños comercios. Pese a la importancia que tiene actuar contra el radón para prevenir el cáncer de pulmón y a las advertencias de la Unión Europea, el Gobierno español ha dejado agotar el plazo para elaborar un Plan Nacional contra el Radón sin siquiera presentar un borrador o una propuesta. Y sin incluir tampoco, en el Código Técnico de la Edificación, criterios que obliguen a construir con medidas antirradón como ya se hace en muchos países de nuestro entorno desde hace años.
Los seres humanos estamos expuestos a radiaciones naturales a lo largo de nuestra vida. Una parte procede de la radiación cósmica que viene del espacio, otra parte de la radiación gamma de la Tierra, las exposiciones médicas son otro factor con cierto peso… pero la exposición al radón es la principal, siendo responsable de entre el 40% y el 50% del total de dosis que recibimos.
Según los datos de Globocan, el observatorio del cáncer de la OMS, en España en 2018 se diagnosticaron 27.351 nuevos casos de cáncer de pulmón y fallecieron 22.896 personas por esta causa.
Si, tal y como dice la OMS, entre el 3% y el 14% de todos los casos están relacionados con la exposición al radón, en España tendríamos 1946 fallecidos de media por esta causa en 2018. Esto supone algo más de cinco fallecidos por día, mucho más que por violencia de género o por accidentes de tráfico, pero en cambio el esfuerzo que hace la Administración es infinitamente menor que para otros temas mucho más mediáticos
UN MULTIPLICADOR DEL RIESGO DE CÁNCER
El tabaco le ha quitado el protagonismo al radón cuando hablamos de cáncer de pulmón. Es habitual que el médico pregunte por los hábitos tabáquicos a un enfermo de cáncer de pulmón, pero rara vez, por no decir nunca, pedirá conocer el nivel de exposición al radón del paciente. Para los fumadores, el radón ejerce un efecto sinérgico con el tabaco que hace que el riesgo de padecer cáncer de pulmón aumente hasta 25 veces. La realidad es que el radón podría estar detrás del cáncer de pulmón en muchos fumadores y, sin embargo, el tabaco es el principal acusado.
EL RADÓN PODRÍA ESTAR DETRÁS DEL CÁNCER DE PULMÓN EN MUCHOS FUMADORES
Es curioso que se haya hecho tanto esfuerzo, económico y de comunicación, para luchar contra el tabaco y tan poco, por no decir ninguno, para informar sobre el riesgo del radón, pese a la evidencia científica disponible y pese a las legislaciones existentes en toda Europa.
En general, el principal problema del radón es la desinformación que ejerce la propia Administración de nuestro país, quizá por el miedo a que el público sobreestime el riesgo, pero esta actitud produce el efecto contrario, es decir, que se subestime el riesgo con la consiguiente inacción de los ciudadanos.
La prevención para el radón es muy fácil. En primer lugar, trasponer la Directiva Europea y desarrollar el Plan Nacional contra el Radón y el Código Técnico de la Edificación (CTE) para que no se construyan más casas que podrían ser mortales para sus habitantes en 20 o 30 años. En segundo lugar, que la Administración, o los políticos de turno, se tomen en serio el problema porque hasta ahora lo único que han hecho es escurrir el bulto todo lo que han podido. Esto es fácilmente comprobable, solo hay que mirar lo que hacen en otros países y comparar. El mero hecho de que hayan eludido cumplir con el mandato de la directiva europea 59/2013 EURATOM ya es una prueba irrefutable de su dejadez y desinterés.
Una de las acciones en las que más se debería hacer hincapié es en los Planes Municipales de Radón. Todos los municipios que se encuentren en zona de riesgo deberían tener un plan a medio plazo para que todos los vecinos conozcan su exposición al radón y la forma de evitarlo. Esto es muy fácil desarrollarlo en el ámbito municipal, y con muy poco coste, es, en mi opinión, la mejor herramienta para la prevención del cáncer de pulmón por exposición al radón.
¿CÓMO PREVENIR?
Pues tan sencillo como, en primer lugar, mirar los mapas de riesgo de radón. Están disponibles en la página web vivesinradon.org o en la del Consejo de Seguridad Nuclear. Si vivimos en una zona de riesgo, lo primero que deberemos hacer es una medición en nuestra vivienda. Es la única forma de saber si nuestra casa tiene niveles altos de radón, si estamos respirando este gas radiactivo todos los días.
Las mediciones de radón se realizan instalando unos pequeños detectores en casa durante al menos tres meses. Preferentemente la mejor época es el periodo otoño-invierno, porque con el frío ventilamos menos la casa y favorecemos que este gas se concentre en el interior. Conviene asegurarse de que la entidad que realice las mediciones sea una entidad que cuente con la acreditación oportuna. En la página del Consejo de Seguridad Nuclear existe un listado de entidades acreditadas para realizar estas mediciones.
Si la medición no da valores significativos, no deberemos preocuparnos hasta dentro de 10 años, plazo en el que será recomendable hacer una nueva medición.
Si la medición da un valor significativo, mayor de 300 Bq/m3, deberemos realizar algunas obras en casa. Este tipo de obra de mitigación es una intervención que requiere que sea realizada por personal con experiencia. Lamentablemente en España apenas existen, en estos momentos, arquitectos o constructores que sepan cómo abordar una obra de este tipo. Desde vivesinradon.org podemos prestar asesoramiento técnico y proveer de las diferentes soluciones.
JOSÉ MIGUEL RODRÍGUEZ
Director de la Fundación para la Salud Geoambiental y Director del Programa Vive sin radón
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº22