Cualquier padre querría dar a sus hijos lo mejor. Especialmente en un ámbito que, como la alimentación, es clave para garantizar una crianza sana, cumpliendo aquello de que “de lo que se come se cría”.
Sin embargo, muchos padres no tienen los conocimientos suficientes para ser realmente exigentes en este tema y pueden tomar como “sanos” productos de comer que pueden no serlo. Aunque el refrán dice que “con las cosas de comer no se juega”, lo cierto es que en nuestra sociedad muchas veces sí se está jugando con las cosas de comer; en especial en un sistema de producción agroalimentario industrializado en el que tantas veces prima más la cantidad que la verdadera calidad. Y si es necesario estar advertidos de ciertos aspectos cuando hablamos de alimentación, mucho más lo es cuando se habla de niños que, por estar en fase de desarrollo, son mucho más vulnerables que los adultos.
En el mundo moderno hay mucha desnaturalización en el proceso alimentario y publicidad engañosa para convencernos, incluso desde algunas instituciones, de que esa desnaturalización no es mala o incluso no existe. Por ello es importante ser realmente exigentes y estar muy bien informados acerca de los hechos que permitan distinguir una serie de diferencias entre unos alimentos y otros. Por ejemplo, las grandes diferencias que hay entre los alimentos convencionales y los ecológicos, a pesar de que muchas personas no crean que las diferencias entre ambos sean tan notables. Esta falta de información puede hacer que muchos padres no entiendan la gran importancia que puede tener optar por dar una alimentación ecológica a sus hijos al creer que es poco menos que una especie de “capricho”. Sin embargo, como vamos a ver, existen diferencias notables en la composición de los alimentos según el modo en el que han sido producidos; por ejemplo, en cuanto al contenido de distintas sustancias.
Los alimentos ecológicos, según muchos estudios realizados, contienen más cantidad de sustancias beneficiosas y menos sustancias perjudiciales. Por ejemplo, los alimentos convencionales no ecológicos, suelen estar contaminados con residuos de pesticidas sintéticos en una proporción infinitamente superior a la de los alimentos ecológicos. Es normal debido a que estos pesticidas se usan regularmente en la agricultura convencional pero no en la ecológica, que tiene una de sus señas de identidad en prescindir de ellos. Y esta presencia de residuos de pesticidas es precisamente uno de los principales problemas que ha de llevar a que se potencie la alimentación ecológica en las escuelas.
¿QUEREMOS RESIDUOS DE PESTICIDAS EN LA COMIDA DE LOS NIÑOS?
Los científicos han constatado que la dieta es una de las principales vías por las que determinadas sustancias contaminantes —como los pesticidas organofosforados— llegan a los cuerpos de los niños. Son pesticidas vastamente usados en la agricultura convencional, con los que se fumiga las frutas y las verduras para acabar con plagas o supuestas plagas. El problema es que al margen de que muchas veces tienen una eficacia dudosa, una parte de ellos acaba persistiendo en los alimentos. Y aunque algunas autoridades digan que no hay que preocuparse por ello porque esos residuos están a niveles muy “bajos”, lo cierto es que la ciencia no piensa así.
Se sabe que el cerebro infantil es particularmente sensible a los efectos de este tipo de contaminantes, a veces a niveles muy bajos de concentración y que, además, los niños suelen acumularlos más que los adultos por distintas razones.
Los niños no son “adultos pequeñitos”. Tienen diferencias básicas importantes. Comen y beben más que los adultos en proporción a su peso y tamaño. Tienen unos sistemas inmunológicos y de eliminación de tóxicos inmaduros. Y el hecho de que sus órganos y funciones estén aún en construcción les hace particularmente sensibles, tanto a los efectos de la presencia en los alimentos de algunas sustancias perjudiciales, que podrían causar alteraciones en esos procesos de formación, como a la ausencia de diferentes sustancias necesarias y beneficiosas.
Por otro lado, los niños podrían haber sufrido daños antes de nacer a consecuencia también de la exposición intrauterina a residuos de pesticidas. Sería bueno, en aras de la prevención del aumento de dichos efectos, que no siguiesen exponiéndose a estos contaminantes. La ciencia ha documentado la asociación entre la exposición prenatal a pesticidas organofosforados, como el clorpirifos (cuyos residuos son muy frecuentes en los alimentos convencionales), con desórdenes del desarrollo y ciertos grados de retraso en el desarrollo mental cuando los niños tienen dos o tres años. Del mismo modo, hay estudios que asocian la exposición postnatal a este tipo de sustancias con problemas de conducta, mala memoria a corto plazo, peores habilidades motoras y mayor lentitud de reacción en los niños.
Particularmente interesantes son las investigaciones que muestran una asociación entre los niveles de pesticidas organofosforados en los niños, ligados a factores como una alimentación no ecológica, y la incidencia del trastorno de déficit de atención e hiperactividad, que tanto tiene que ver con muchos casos de fracaso escolar.
Los posibles efectos de esta exposición de los niños a residuos de pesticidas organofosforados sobre la formación del cerebro pueden ser muy importantes. La prestigiosa Endocrine Society publicó recientemente una serie de informes en los que evaluaba el coste económico en salud derivado de la exposición a diferentes sustancias contaminantes que podían alterar el equilibrio hormonal del organismo humano. El mayor coste era, precisamente, el asignado a la exposición a pesticidas organofosforados que fueron asociados a la pérdida de 13 millones de puntos de coeficiente intelectual y decenas de miles de casos de discapacidad intelectual con un coste que podría ser de unos 146.000 millones de euros anuales en la Unión Europea.
Además, aunque existen más datos sobre algunos tipos de pesticidas, como son los organofosforados, cada vez van encontrándose más evidencias sobre otros tipos de pesticidas, también muy usados, como los piretroides. Una reciente investigación estadounidense encontró una fuerte asociación entre la exposición a pesticidas piretroides y el trastorno de hiperactividad en una muestra de niños representativa de la población americana. No obstante, tampoco conviene olvidar que hay también investigaciones que asocian la exposición a pesticidas de distintas clases con otras patologías o problemas de salud como la infertilidad, el cáncer, la obesidad, la diabetes, etc.
LA DIETA ECOLÓGICA REDUCE LA EXPOSICIÓN A RESIDUOS DE PESTICIDAS
Diferentes estudios muestran, como era de esperar, que una dieta ecológica reduce la exposición de los niños a los pesticidas. Uno de ellos, realizado sobre niños de preescolar, mostró que en la orina de los que comían productos biológicos existían unas trazas químicas que evidenciaban una exposición seis veces menor a pesticidas organofosforados. Los autores de la investigación apuntaban que el consumo de frutas, vegetales y zumos biológicos puede ser una sencilla manera de reducir la exposición de los niños a los pesticidas.
Otras investigaciones se han basado en estudiar a niños que suelen tener una alimentación convencional, haciéndoles pasar a una ecológica y ver qué pasaba. Los resultados fueron espectaculares. Los niveles de metabolitos de pesticidas como el malatión o el clorpirifos, descendieron hasta niveles no detectables inmediatamente después de la introducción de dietas orgánicas y permanecieron así hasta que se volvió a las dietas convencionales. Algo similar pasó con los metabolitos de otros pesticidas organofosforados. Los metabolitos son las sustancias en las que un compuesto químico determinado, en este caso los pesticidas, se transforman cuando entran en el cuerpo humano.
El hecho de que muchos pesticidas puedan ser sustancias que alteren el equilibrio hormonal, esto es, disruptores endocrinos, añade un motivo más para evitarlos. Porque con las sustancias que tienen estas propiedades no está claro, nos dice la ciencia, que pueda establecerse un nivel realmente seguro, por baja que sea la concentración, para evitar un efecto. Puede haber personas que se contenten con pensar que la mayor parte de los residuos de pesticidas en las frutas y verduras se encuentran a niveles inferiores a los permitidos. Lo que probablemente no sepan es que esos niveles legales se han establecido sin tener en cuenta lo que hoy sabe la ciencia acerca del modo de acción de las sustancias disruptoras endocrinas. Y, por cierto, la ciencia dice que los riesgos son mayores para los niños que para los adultos.
Además, la dieta ecológica también contribuye a la posible ausencia de sustancias indeseables en estos productos, debidamente certificados; en su producción no está permitido el uso no solo de pesticidas, sino tampoco de fertilizantes, aditivos alimentarios de síntesis, ni organismos modificados genéticamente.
MÁS SUSTANCIAS BENEFICIOSAS
Pero no es solo que los productos ecológicos tengan menos presencia de sustancias perjudiciales sino que también, y ello no es menos importante, tienen mayor presencia de sustancias beneficiosas. Numerosos estudios científicos demuestran que los productos ecológicos tienen una serie de componentes que ayudan a un mejor desarrollo y una mejor salud infantil.
Los productos ecológicos saben mejor, tienen mejores propiedades organolépticas; son más nutritivos, tienen, por ejemplo más sustancia: más materia seca y menos agua; tienen más antioxidantes, por ejemplo más ácido ascórbico (vitamina C); más compuestos fenólicos y duran más sin estropearse, por ejemplo, por los hongos.
Una revisión de estudios, realizada por la Universidad de Newcastle (Reino Unido), basada en la revisión de 343 investigaciones científicas, confirmó que la alimentación ecológica tiene más sustancias beneficiosas y menos sustancias perjudiciales que la convencional.
Según esta revisión de estudios desarrollada por expertos de universidades y centros de investigación de Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Suiza, Italia, Grecia, Finlandia, Polonia y la República Checa: “La concentración de una serie de antioxidantes tales como los polifenoles son sustancialmente superiores tanto en los cultivos ecológicos como en los productos alimentarios procedentes de ellos”.
Se vio por ejemplo que en los productos ecológicos había un 19% más de ácidos fenólicos, un 69% más de flavanonas, un 28% más de estilbenos, un 26% más de flavonas, un 50% más de flavonoles o un 51% más de antocianinas.
También encontraron “significativas diferencias” favorables a los alimentos ecológicos en cuanto al contenido de otros compuestos, como minerales y vitaminas.
LA NECESIDAD DE LOS COMEDORES ECOLÓGICOS
Dar a los niños una alimentación sana y equilibrada, con las mayores garantías sanitarias, es algo clave a lo que los padres deben contribuir, tanto en casa, como fuera de ella. Por ejemplo, haciendo lo posible para que se implante en las escuelas. Para conseguirlo hay diferentes vías, sea a través de las asociaciones de padres u otros cauces, o apoyando iniciativas que buscan que los poderes públicos instauren estas medidas.
En España han estado o están en marcha las más variadas iniciativas, de mayor o menor entidad. Durante una serie de años, por ejemplo, la Administración de la Junta de Andalucía apoyó, a través de diferentes consejerías, que numerosos centros escolares recibiesen alimentación ecológica. Primeramente aquellos con cocina propia y posteriormente aquellos que se abastecían de catering. Lamentablemente, la iniciativa no fue impulsada con la fuerza y duración debidas.
En Canarias, se promovió una Iniciativa Legislativa Popular en favor de una Ley de Alimentación Ecológica en los Centros Escolares para intentar establecer la obligatoriedad de este tipo de alimentación en centros públicos y concertados. Se consiguieron las firmas necesarias. Pero, alegando excusas absurdas, la Administración canaria no quiso llevarlo a efecto. Sin embargo, en esta comunidad autónoma, y a pesar de la falta del debido apoyo oficial, menudean una serie de iniciativas que van llevando a que las escuelas adopten estos hábitos. No en balde existe un creciente sector social muy concienciado con estas cuestiones que acomete iniciativas en distintos centros escolares.
Probablemente sea Cataluña una de las regiones en las que más iniciativas se están promoviendo. También en el País Vasco se ha movido mucho el asunto. Pero, en realidad, a un nivel u otro, la iniciativa va extendiéndose poco a poco por toda la geografía nacional.
Recientemente las Cortes valencianas pidieron al Gobierno autonómico que se adoptasen medidas para favorecer la alimentación ecológica en las escuelas. De materializarse en actuaciones concretas podría ser un importante impulso.
En internet puede encontrarse información acerca de las diferentes iniciativas así como diversos materiales para apoyarlas en centros escolares. Son acciones que requieren movilizar y coordinar la dirección de los centros, el equipo de cocina, las asociaciones de padres de alumnos, los productores ecológicos, etc.
Fuera de España, especialmente en algunos países, hay iniciativas de mucho mayor alcance. En Italia, por ejemplo, se han llegado a establecer normas que obligan a introducir alimentos ecológicos en los menús escolares. En Alemania algunas normativas obligan a incluir alimentos ecológicos en comedores públicos. Podrían citarse también importantes iniciativas en otras naciones como Francia o Reino Unido.
La implantación de comedores ecológicos tiene un fuerte carácter didáctico tanto sobre los niños como sobre sus familias, sobre los propios centros y la sociedad en su conjunto. Es algo que incide en la concienciación sobre un modo de consumo responsable. Es muy probable que los niños así alimentados puedan ser en el futuro consumidores más concienciados, con lo cual se está además labrando una continuidad. El consumo de productos de proximidad y de estación favorece el acceso a alimentos más frescos y que conservan mejor sus propiedades originales, ya que evitan largas distancias de transporte y tiempos de almacenamiento. Además, supone un apoyo al sector de la agricultura ecológica, por lo que los beneficios van más allá de los de la propia salud de los infantes, para abarcar a la salud de los propios ecosistemas. Hoy se da la paradoja de que España, siendo uno de los países europeos con mayor producción de origen ecológico, creciendo de año en año, sin embargo ha de exportar una buena parte de su producción. La razón es que el consumo interno es aún muy bajo en este país. Y es necesario mejorar esta situación.
Un aspecto importante es que pueden existir adultos reacios a adoptar ellos mismos una alimentación ecológica, bien sea por falta de conciencia acerca de los beneficios de la alimentación ecológica o aduciendo cuestiones como las económicas, sin reparar en que a veces lo barato sale caro, por ejemplo en salud, y que frecuentemente no existen tantas diferencias de precio. Sin embargo, si a esas mismas personas se les plantea la misma dicotomía, pero sobre riesgos que recaen no sobre ellos mismos sino sobre sus hijos, el discurso puede ser otro. Es más difícil que los padres nieguen a sus hijos algo que sepan que va a beneficiarles.
El tema de los comedores infantiles puede ser un punto “débil” de la cadena de aparente insensibilidad e ignorancia que está sosteniendo un modelo de agroalimentación que tiene efectos muy negativos sobre la salud de las personas y el planeta.
CARLOS DE PRADA. Responsable de la campaña Hogar sin tóxicos de la Fundación Vivo Sano
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº10