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Gestión del estrés y desarrollo personal

El enemigo interior: la angustia y la ansiedad

27 Sep, 2020 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

La angustia es un afecto, un estado de afectación intensa. Cuando tenemos angustia, todo nuestro organismo lo percibe. Puede tener una repercusión orgánica: el corazón se acelera, hay una sensación de presión en el pecho, la respiración se entrecorta, hay temblores, etc., y una repercusión psíquica: tememos lo peor, estamos en alerta, pensamos en el futuro de manera catastrófica. Cuando los síntomas están confinados a la esfera psíquica, lo llamamos ansiedad. La ansiedad es querer saber del futuro antes de hacerlo, y cuando afecta al cuerpo, lo denominamos angustia.
Cuando pensamos en la angustia, solemos hacerlo como algo negativo, sin embargo, la angustia también tiene su función protectora, es un miedo que nos advierte del peligro. Pero, ¿cuándo el peligro es interior, es un peligro fantaseado, irreal? Entonces la angustia pasa de ser protectora, a ser padecimiento. A veces, uno está tan acostumbrado a los síntomas que ni considera que se puede vivir de otra manera. Hay personas que se preocupan por todo excesivamente, están siempre apresuradas, inquietas, nerviosas, temiendo el futuro, creyéndose incapaces de conseguir sus objetivos. Muchas personas dicen: yo soy así, esa es mi personalidad. Pero nadie es así, si no que está así. Es la enfermedad la que le hace estar así. En este caso, la angustia o la ansiedad. Y si tratamos este padecimiento, podremos vivir más felices y acercarnos más a la definición de salud de la OMS, ese estado de completo bienestar físico, psíquico y social y no solamente la ausencia de enfermedad. Tenemos derecho a conquistar la salud, a vivir lo mejor que nos sea posible.
La ansiedad y la angustia son algunos de los motivos de consulta más frecuentes en las consultas médicas. Quién no ha dicho alguna vez la frase: “estoy estresado”. Pero habitualmente, detectamos esos estresores o factores que nos estresan: por ejemplo, frente a la primera vez que vamos a hacer una nueva actividad, frente a un nuevo reto laboral, el nacimiento de un hijo, una oposición o un examen. Son hechos puntuales y la angustia un efecto normal que acompaña a esas situaciones. Pero imagínense estar angustiado la mayor parte del día y sin poder determinar el porqué. Eso les pasa a los pacientes que padecen un trastorno de ansiedad generalizado.
Estos trastornos, muchas veces se manifiestan con la típica crisis de ansiedad: el corazón late muy deprisa (taquicardia), se suda intensamente, se respira muy rápido (taquipnea), hay temblores, se siente una opresión en el pecho y todo esto va acompañado de una sensación de que uno se va a volver loco o va a morir. Si usted ha tenido estos síntomas, ha tenido un ataque de angustia o de ansiedad. Pero a veces la ansiedad se manifiesta de una manera menos aguda y más difícilmente reconocible, con trastornos psicosomáticos, como una diarrea crónica o vértigo o arritmias o crisis periódicas similares al asma o dolores musculares generalizados y crónicos, dolores de cabeza, etc.

Si usted se reconoce en alguno de estos rasgos, probablemente tenga un TAG (trastorno de ansiedad generalizado):

    • →  Preocupación excesiva e infundada por la salud de los familiares y tendencia a una interpretación pesimista del más pequeño síntoma. Por ejemplo, frente a un resfriado de un familiar, se piensa en la posibilidad más grave, como que tenga una neumonía y pueda fallecer por ello, incluso se imagina el entierro. Se magnifican los problemas y hay una tendencia a una visión catastrófica del futuro.
    • →  Tendencia exagerada al control de todas las situaciones, incluso las actividades más triviales. Se intenta prever cualquier posibilidad, no se deja nada al azar, no se toleran los cambios de planes preestablecidos, reaccionando con frustración cuando no se logra lo programado.
    • →  Hiperatención, estado constante de alerta, como si un peligro acechara, molesta cualquier ruido, se está muy susceptible e irritable. Si las cosas van bien, uno se hace la pregunta: ¿cuándo se va a acabar esto?, ¿cuándo va a venir la catástrofe?
Muy frecuentemente hay insomnio, hipersensibilidad a los ruidos o sueño superficial.
Se pueden asociar a este estado de ansiedad miedos y fobias, como la agorafobia o miedo a los espacios abiertos, fobia a los transportes o lugares cerrados (aviones, centros comerciales, metro, ascensores…), o una hipocondría: preocupación por la propia salud.
En ocasiones, se bebe o se acude al consumo de drogas para paliar esa ansiedad, como si fueran una medicina. Si tratamos la ansiedad, haremos desaparecer la adicción.
Puede haber asociados trastornos sexuales como la eyaculación precoz, que también mejoran mucho al tratar la ansiedad. El enfoque multidisciplinar de la Medicina Integrativa, ayuda a producir salud.
En los trastornos de ansiedad o angustia son beneficiosos la dieta, el ejercicio, la complementación nutricional y la fitoterapia, pero la clave está en tratar la causa de nuestro malestar.

Los tratamientos convencionales: las benzodiacepinas, utilizadas generalmente en el tratamiento de la ansiedad, pueden producir, por un lado, una sedación excesiva que puede interferir en las actividades diarias y en el rendimiento laboral y, por otro lado, la posibilidad de desarrollar dependencia y síndrome de abstinencia si se interrumpe su consumo de manera brusca. Además, no tratan el conflicto que produce la ansiedad. Son un tratamiento sintomático, pero no tratan la causa. Por eso la Medicina Integrativa ofrece otras opciones:

La dieta antiinflamatoria es importante. Las modificaciones corporales afectan a nuestro psiquismo y la salud física impacta directamente en la salud psíquica. Es recomendable evitar el exceso de sustancias excitantes como la cocacola o el café, ricas en cafeína. Una buena función intestinal y hepática es importante para mejorar nuestro estado de ánimo.

La nutrición ortomolecular (suplementación nutricional) con ácidos grasos omega 3 (por ejemplo el DHA o ácido docosahexaenoico) que tanto necesitan nuestro cerebro), la fosfatidiletanolamina/ fosfatidilserina, los complejos con vitamina B, o por ejemplo la adecuada prescripción de GABA (un neurotransmisor “sosegador o tranquilizador”), facilitan que nuestro cerebro “se alimente correctamente”.

Se ha demostrado que el ejercicio realizado regularmente, sobre todo al aire libre, reduce la ansiedad. Recuerda la máxima Mens sana in córpore sano. El cuerpo es nuestra casa y hay que cuidarla.

Hay ciertos fitofármacos (sustancias vegetales) que pueden ayudar, como, por ejemplo, la valeriana sola o combinada con pasiflora o hipérico, y algunas otras sustancias. La técnica de coherencia cardiaca, es una técnica de adecuación de la respiración, que ayuda al paciente a relajarse.
Hay algo de lo que casi nadie menciona cuando se habla de los trastornos de ansiedad y sobre lo que los médicos no nos atrevemos a preguntar, es la vida sexual de los pacientes. Una vida sana, incluye una sexualidad sana. Hay ciertos hábitos sexuales que pueden conducir al desarrollo de angustia. Una práctica de este tipo, que puede llegar a ser nociva, es, por ejemplo, el coitus interruptus. Es conveniente utilizar otros métodos anticonceptivos. Esto son preguntas que, por la pusilanimería de algunos profesionales o por falta de tiempo, nunca se hacen y que deberían incluirse siempre en la anamnesis de un paciente con angustia o ansiedad. El médico debe estar abierto a dejar hablar con naturalidad de cuestiones sexuales a sus pacientes.
Pero el centro de la cuestión está en tratar el conflicto psíquico que produce la ansiedad y no solamente en aplacar los síntomas que este conflicto produce. Esto lo conseguimos con psicoanálisis. Ayudar al paciente a tolerar la incertidumbre es una de las claves: no se puede controlar todo, y es más, las cosas salen mucho mejor cuando no queremos controlarlas, cuando nos dejamos llevar. Nos ponemos ansiosos cuando no podemos ponerle palabras a las sensaciones que sentimos, la escucha atenta de un profesional, nos ayuda a aprender a hablar de nuestros conflictos, en lugar de sufrirlos en el cuerpo en forma de palpitaciones, ahogos, presión en el pecho, diarreas o vértigos.
En la ansiedad hay una tendencia a preocuparse excesivamente por las cosas. En ocasiones esta preocupación se centra en la propia salud, dando lugar al cuadro que llamamos hipocondría o temor a enfermar. Cuanto menos nos ocupamos de nuestra salud, o más atentamos contra ella (con hábitos como el tabaco, el sedentarismo, la mala alimentación), cuanto menos nos ocupamos de cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, más nos preocupamos por ella, por eso decimos que si te ocupas de tu salud, dejarás de preocuparte.
La Medicina Integrativa te ayuda a ocuparte activamente de tu salud, afrontando tu problemática de una manera global.
Autor: Alejandra Menassa de Lucia
Web: www.medicinaintegrativa.com
Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº6

27 Sep, 2020 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

¿Qué es meditar?

17 Jul, 2019 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

Una de las experiencias más bellas que he tenido en mi vida ha sido bucear. Una vez superado el miedo a lanzarme a lo desconocido en una experiencia de buceo de un día, me encontré debajo del mar, disfrutando de su belleza, sintiendo algo indescriptible que solo puedo llamar silencio, inmensidad, amor y paz. Fue tan conmovedor que hoy todavía estoy segura de que el solo recuerdo llena mi torrente sanguíneo de montones de hormonas de la felicidad. Aprendí muchas lecciones ese día, y al recordarlo creo que esa sensación que recorre mi cuerpo es lo más cercano a lo que se siente muchas veces al meditar.

“¡¿Meditar?!”. Así, con exclamaciones y cara de extrañeza, es la respuesta que recibo muchas veces cuando lo sugiero como estrategia para manejar el estrés, mejorar la concentración al estudiar, solucionar problemas de sueño y, en general, mejorar la salud y las relaciones.

Muchas personas creen que meditar es solamente ponerse en posición de loto, cerrar los ojos y poner la mente en blanco por un tiempo indefinido, y lo vinculan únicamente con ciertas prácticas de religiones orientales y monjes budistas. En realidad, la meditación es mucho más que eso y por eso quiero compartir mi experiencia al respecto, y tal vez así sembrar la inquietud por acercarse a una práctica milenaria que sólo trae bendiciones a la vida de quienes la practicamos.

Volviendo a la pregunta: ¿Qué es meditar? Para mí es bucear al interior de uno mismo aquietando las aguas de las emociones. La forma en que se hace puede variar y de hecho va cambiando con el tiempo, la práctica y el conocimiento, y ese “gusto” que se va adquiriendo en la medida en que vamos reconociendo sus beneficios.

¿PARA QUÉ MEDITAR? BENEFICIOS DE LA MEDITACIÓN

Los efectos que produce la meditación han sido demostrados en numerosos estudios, dentro de los cuales podemos encontrar:

• Ayuda en el control de las emociones.
• Estimula la producción de neurotransmisores involucrados en las respuestas de relajación, la memoria, el aprendizaje, la empatía y la compasión.
• Mejora la capacidad de respuesta del sistema inmune.
• Ayuda en el manejo del dolor crónico.
• Disminuye la inflamación y otros tipos de estrés biológico que se producen a escala molecular.
• Ayuda en el manejo de síntomas relacionados con la depresión, la ansiedad y los ataques de pánico.
• Disminuye la hipertensión.
• Produce cambios significativos en el metabolismo.
• Tiene efectos a nivel genético relacionados con la ralentización de procesos de envejecimiento.
• En el área de los negocios, se utiliza para aumentar la creatividad, disminuir el burnout y evitar accidentes derivados de la tecnología.

En resumen, meditar, en cualquiera de sus formas, es bueno para la salud física, emocional y mental, y nos ayuda a ser más felices, como lo expresa el monje tibetano Mathieu Ricard, considerado el hombre más feliz del mundo, quien participó en un estudio en la Universidad de Wisconsin-Madison donde a través de un encefalograma registraron su actividad cerebral durante la meditación, demostrando los enormes beneficios que la práctica de la conciencia plena, la compasión y la benevolencia producen en el cerebro humano y, por ende, en la salud de todo el organismo.

Los millones de personas en el mundo que practican diferentes disciplinas de meditación lo aseguran también, y cualquiera que sea la técnica, el tiempo o la forma que se dedique a “bucear dentro”, tendrá enormes beneficios que ayudarán a cambiar la vida de las personas y su entorno.

Cuando las aguas de las emociones se aquietan en nuestro interior, el resultado es la visión interna, esa que nos permite “darnos cuenta” de nuestros tesoros y también de lo que nos hace sufrir, aumentando la conciencia sobre nosotros mismos y aportándonos elementos de crecimiento personal. Esa serenidad nos permite estar de una manera diferente en el mundo, nos ayuda a enfrentar las tormentas emocionales de otras personas y, con el tiempo, nos convierte en fuente de paz para los demás.

¿POR QUÉ MEDITAR EN GRUPO?

La meditación en grupo potencia los beneficios individuales, como lo ha expresado la reconocida escritora y periodista Lynne Mctaggart en varios de sus libros, donde reproduce los resultados de investigaciones de diferentes científicos que han demostrado cómo se producen cambios físicos medibles cuando un grupo de personas se encuentran reunidas en meditación. Además del experimento de Washington, en otras circunstancias se ha podido comprobar cómo se reducen los índices de violencia en las ciudades donde se realizan meditaciones grupales, reforzando el concepto definido como “campo de conciencia” en el que todos estamos inmersos según la física cuántica y que ha sido comprobado por los experimentos de Nelson y Radin.

Este “campo” que conecta las conciencias de todos los seres humanos, se alimenta con los contenidos positivos y negativos que emitimos las personas a diario, con nuestro estrés, conflictos, noticias negativas, violencia, pero también con la alegría, la paz y la serenidad que podamos experimentar. Reunirnos en grupo con la intención de meditar, nos permite enfocar lo mejor de nosotros para enviarlo a ese campo y así crear una conciencia colectiva diferente.

“Con paciencia se pueden domesticar incluso animales salvajes, como tigres y leones. Si es así, nosotros los seres humanos, que tenemos un cerebro tan bueno y tanto potencial, podemos domesticar cualquier cosa. Si probamos estas prácticas con paciencia, podemos sentir y llegar a saber por nuestra propia experiencia que la mente se puede educar”. Dalai Lama

Cada persona que medita se convierte en un punto de luz, en una antena que emite información y energía positiva, y cuando nos unimos varias personas esa luz se vuelve más potente, de forma que llega más lejos y su efecto es más duradero. El mundo necesita que cada vez seamos más personas emitiendo sensaciones de paz, positivismo, esperanza, solidaridad y todos aquellos valores que apoyan la vida y nutren lo mejor de nuestra humanidad.

La práctica de la meditación puede ser tan variada y creativa como lo somos los seres humanos, y cuando meditamos con la guía de un experto y la compañía de un grupo, nos dejamos llevar por la intención de la conciencia colectiva enfocada en un tema concreto, nos apoyamos mutuamente para sostenernos en el objetivo, y el resultado es un estado de paz y conciencia mucho mayor que las partes individuales. Adicionalmente al estar reunidos compartiendo intereses comunes, se despierta un sentido de “comunión” con los demás, se activa la capacidad de servir y se fortalecen los valores que nos ayudan a ser constructores de paz.

Meditar solos nos ayuda a conocernos en profundidad y meditar en grupo nos permite enfocarnos en una intención colectiva para potenciarla. De cualquier manera, los beneficios son ilimitados: ¡anímate a meditar!

MARCELA SALAZAR GONZÁLEZ

Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº23

17 Jul, 2019 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

En el silencio de la mente

01 Oct, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

Más de una vez habremos visto edificios antiguos, especialmente ermitas o iglesias, cuyos muros y estructuras rectas y rígidas se habían desplomado, y lo único que quedaba en pie era el arco de entrada o las bóvedas. Las formas rígidas sufren un gran estrés de compresión y tensión ante la gravedad, y caen antes que lo que está en sintonía con la naturaleza, las formas orgánicas, como los arcos, domos, bóvedas de cañón o ábsides.

De la misma forma, con el paso del tiempo, lo único que queda en pie en nuestro interior son los momentos de consciencia, de vida real y natural, sin artificios, sin deseos o ambiciones, aquello que está en sintonía con nuestra verdadera naturaleza.

El hielo se transforma en agua líquida y ésta en hielo. ¿Depende del agua estar en un estado o en otro? No, depende de factores externos que le llevan de un estado a otro, quiera o no quiera, lo desee o no lo desee. Cuando alguien desea ser feliz y busca llegar a ser feliz, no lo conseguirá mientras ese deseo dirija su búsqueda, al menos no de forma estable y duradera. Felicidad e infelicidad, agua y hielo. ¿Quiere esto decir que no hay que hacer nada o que no hay nada que hacer? Me refiero a que el que busca encuentra, pero no siempre lo que desea o pretende. Si buscamos la felicidad, es más difícil encontrarla que si no lo hacemos, pero cuando dejamos que suceda aparece de forma natural, como el hielo que se transforma en agua cuando el calor actúa sobre él, como cuando la consciencia actúa sobre el deseo y lo diluye. Como el arco que se mantiene en pie cuando todo lo demás ha caído. ¿Somos el hielo duro e inmóvil o somos el agua que fluye buscando el vasto océano de la conciencia? ¿Somos la estructura rígida y artificial o somos la forma armónica que se suma a la naturaleza, a nuestra naturaleza?

La envidia, la ira o el egoísmo forman una barrera infranqueable para la felicidad, y surgen cuando hay inconsciencia. Si no somos conscientes de nosotros mismos y de nuestra realidad estamos en manos de los cambios que se producen alrededor. Es más efectivo tratar de ser conscientes que tratar de no tener ira u otras emociones descontroladas. Si tratamos de dominarlas, es como si pusiésemos una piedra en el cauce del riachuelo, el agua la sorteará y aparecerá por otro sitio. Dejemos que el agua siga su camino, seamos conscientes de su transcurrir y comenzará a aquietarse hasta llegar al lago sereno de la consciencia.

LA FELICIDAD

Debemos entender que la felicidad no forma parte de nuestro carácter o de nuestro empeño; es más un abrir la puerta para que en un momento dado pueda entrar. Y eso sucede cuando somos conscientes, y aquí sí que podemos hacer mucho por nuestra parte. Cuando somos conscientes, somos amables, cariñosos, compasivos… y entonces estamos invitando a la felicidad a entrar en nosotros, en nuestra vida.

Cuando somos conscientes es difícil enfadarse, tener ira, envidia o ser ambicioso. La verdadera transformación viene de ser consciente. Y no es algo que uno controle, es algo natural; simplemente sucede de forma espontánea, no es algo que se “piense”. El pensamiento, en realidad, no puede responder a lo que en verdad tiene verdadero valor en la vida. Por eso cuando uno se pregunta “quién soy” el pensamiento no puede responder, y en su lugar aparecen los condicionamientos, los deseos y las emociones.

Y si creemos que nos conocemos, que sabemos quiénes somos, es que no nos conocemos y que no sabemos quiénes somos, y no comprendemos lo que en realidad somos, lo que podemos ser sin necesidad de pretenderlo, sin tratar de forzar que suceda. Es como intentar entender qué ocurre en la mente mientras meditamos. En cuanto tratamos de racionalizarlo, desaparece y surge el ruido. Y en este contexto mental de ruido no podemos estar realmente en nosotros mismos, en nuestra realidad, no podemos ser realmente conscientes.

La única respuesta procede de la propia conciencia y ésta no se manifiesta con palabras, de la misma forma en que la razón no puede saber cómo serían nuestros pensamientos si no hubiese palabras que los compusiesen.

No podemos conocernos racionalmente, pero sí podemos ser conscientes de nuestro ser auténtico, ése que, muchas veces, se encuentra tras gruesas capas de pensamientos, ideas preconcebidas y condicionamientos. Y ese ser se respeta a sí mismo y a los demás: quien se respeta a sí mismo y a los demás, se reconoce en sus actos, en su consciencia. Entonces se establece un diálogo abierto entre nosotros y la totalidad. Y este diálogo se convierte en un juego enriquecedor de la integridad del ser humano, fundamental para su desenvolvimiento espiritual.

EL PENSAMIENTO, EN REALIDAD, NO PUEDE RESPONDER A LO QUE EN VERDAD TIENE VERDADERO VALOR EN LA VIDA

En este fructífero caldo de cultivo interior, la mente serena se ordena a sí misma en una especie de estado de equilibrio, armonía y paz, abandonando los patrones habituales de caos, ya que el caos existe porque hay inconsciencia, ira o temor, y estos lastres existen porque no somos conscientes. Y al no ser conscientes buscamos formal e insistentemente la desdicha con la excusa de buscar la felicidad. Porque todos queremos ser felices, pero buscamos en el sitio equivocado.

Si una de las causas de la infelicidad es el deseo, no puedo desear la felicidad y esperar alcanzarla. Si deseo ser feliz, es porque no lo soy en este momento, y entonces proyecto ese deseo al futuro, un futuro que nunca llega. Es como si quisiésemos coger el balón dándole patadas para apartarlo; cada vez que nos acercamos lo volvemos a alejar.

Tenemos a nuestra disposición la más potente de las locomotoras: la consciencia, pero la esquivamos con la ilusión y el deseo de un mañana mejor; estamos tirando denodadamente la leña por la ventanilla en vez de ponerla en el hogar que calienta la caldera y permite que el tren avance. Y, claro, por mucho esfuerzo que hagamos, la locomotora no llega a la meta deseada, y ni siquiera avanza un milímetro.

A poco que seamos conscientes de la realidad, entenderemos que la riqueza o el supuesto éxito no dan la felicidad. He viajado por muchos países y son justamente los más ricos donde más personas infelices podemos encontrar, muchas más que en países donde incluso se pasa hambre y penurias. Deberíamos reflexionar sobre esto y ver su reflejo en nuestras vidas, en nuestro comportamiento, en nuestros objetivos y deseos.

En los países occidentalizados hay una búsqueda denodada de la felicidad. Y es precisamente esa misma búsqueda la que la oculta. Queremos recetas de la felicidad, pero no las hay. Lo único que podemos hacer es tratar de ser conscientes y después dejar que suceda lo que tiene que suceder: andamos paseamos, contemplamos las estrellas, tejemos una bufanda, pintamos una pared o un cuadro y, de pronto, serenamente, conscientes de lo que hacemos, surge la felicidad.

EL SILENCIO

Nuestra conciencia nos habla a través del silencio, pero la mente discursiva es la protagonista en el barullo externo, que tiene su reflejo en el interno, y por ello teme al silencio. En ese contexto, el ruido nos impide escucharnos, impide una relación fluida con nuestra verdadera naturaleza.

En el silencio de la mente se encuentra la serenidad, y muchos no quieren estar a solas con ella por miedo a reconocer que no saben quiénes son, por miedo a tener que cambiar, por miedo a perder lo que creen que tienen, por miedo a no ser lo suficientemente dispuestos para hacerlo. Pero no hay que temer, ese valor reside en todos nosotros y la capacidad para lograrlo también.

La mente discursiva suele percibir el silencio como un enemigo, y trata de buscar ruido de fondo donde se encuentra cómoda y en su elemento de barullo y confusión. Inversamente, la mente serena tiene en el silencio su mejor aliado, y se encuentra en su elemento natural. El silencio no tiene fronteras, ni forma, es inabarcable, por eso la mente discursiva y limitativa lo teme, porque no puede comprenderlo y apresarlo.

Cierto es que cuando entramos en el silencio, suele haber una resistencia inicial en contra. Luego, poco a poco, la mente comienza a sosegarse en él, a confiar, a vencer el temor a lo desconocido. Incluso, a veces, en la práctica de la meditación nos aferramos a la concentración sobre un objeto para evitar el silencio de la mente. La concentración, generalmente, es un acto de la voluntad; el silencio es un estado de la mente, el verdadero camino de la meditación, de la práctica de la mente serena. En ese estado, el mundo se crea desde dentro hacia fuera. El objeto, sea el que sea, deja de ser un asidero, y fluye en la mente como un pensamiento más. Llega, y se desliza sin dejar huella.

En la práctica de la meditación buscamos la postura correcta la espalda recta, afianzados, asentados en nosotros mismos. Y buscamos nuestro lugar: el silencio es un espacio, un lugar al que llegamos. Entramos en el silencio… Estamos en el silencio… Somos el silencio…

Sin forzar. Quietud interior en la quietud exterior. Observamos lo que hace el cuerpo, y vemos que es un reflejo de lo que sucede en nuestro interior. Y comprendemos que no estamos en el mundo exterior ni en el interior, estamos presentes en nosotros y, al ser conscientes, percibimos que no hay ni dentro ni fuera.

¿Hielo en un mundo estático o agua fluyendo alegremente entre las piedras y las flores? La realidad se va fundiendo en nosotros.

RAÚL DE LA ROSA. Autor de Serena mente. Ediciones i

www.rauldelarosa.org

Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº20

01 Oct, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

PNL y hábitos mentales saludables

27 Sep, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

En las ciencias de la salud, se denomina hábito a cualquier conducta repetida regularmente que requiere de un pequeño o de ningún raciocinio para ser ejecutada. Los hábitos son comportamientos aprendidos, no reacciones innatas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social”. Este concepto va más allá de la existencia o no de enfermedad. El bienestar físico, mental y social implica un estilo de vida saludable del que forman parte la alimentación, el ejercicio físico, el equilibrio emocional, la relación con el medio ambiente y las relaciones sociales nutritivas.

Entonces, ¿qué son hábitos saludables?: aquellos comportamientos que tenemos asumidos como propios y que inciden de forma positiva en nuestro bienestar físico, mental, emocional y social. Teniendo en cuenta que atender todos y cada uno de estos elementos es esencial: ¿por qué no comenzamos a cultivar nuestra salud y felicidad entrenando hábitos mentales saludables? Todo comienza y se gestiona en la disposición de la mente, y de ella depende todo lo demás.

Grandes escuelas de sabiduría han destacado de una u otra forma la imperiosa necesidad de cultivar el jardín de la mente. La Programación Neurolingüística (PNL) siguió y sigue insistiendo en ello: quiere enseñar a la gente a pensar y sentir a su favor.

La PNL surge a principios de los años 70 en el entorno de la Universidad de Santa Cruz en California por la investigación realizada por Richard Bandler, un informático y por aquel entonces estudiante de matemáticas y psicología, y por John Grinder, profesor de la Universidad, Graduado en Filosofía y Doctor en Lingüística. Se dedicaron a estudiar a excelentes comunicadores y terapeutas tratando de encontrar el origen de su “excelencia” y los métodos que utilizaban para lograr grandes cambios en sus clientes. En 1975 publicaron su primer libro “La estructura de la magia” en el cuál explicaban cómo se comunicaban estos profesionales y lo que hacían para lograr esos importantes cambios en las personas. Comenzaron a considerar a los seres humanos como un único sistema mente-emoción-cuerpo y definieron los patrones de conexión que existen entre la conducta y la experiencia.

La experiencia es nuestra representación interna y personal de la realidad y se construye a través del lenguaje. La conducta está condicionada por esa representación interna y personal de la realidad, que es la que activa nuestras respuestas (conscientes o inconscientes). Por ejemplo, si tengo previsto ir de excursión, y en el momento en el que me dispongo a salir comienza una gran tormenta que me lo impide, la manera en cómo me represente internamente ese evento condicionará mi estado y comportamiento final. Puedo representarlo como un problema y estar el resto del día cabreado conmigo mismo y con las personas de mi entorno, o puedo representarlo como una oportunidad para hacer otras cosas que de otro modo no hubiese hecho, como ir al cine o leer en casa tranquilamente. El lenguaje que utilice internamente para evaluar el suceso, “problema” u “oportunidad”, construye esa representación interna que condicionará mi estado posterior y mi conducta.

¿De qué depende que vea un problema o una oportunidad?: de los patrones lingüísticos, muchos de ellos derivados de estrategias inconscientes y aprendidas, y de las representaciones mentales internas que surgen de ellos. Otro ejemplo: si cada vez que me equivoco utilizo un patrón lingüístico del tipo “¡Qué tonto soy!”, “¡Qué inútil soy!”, posiblemente acabaré representándome a mí mismo como “tonto e inútil”. De igual modo si cada vez que me equivoco, uso un patrón lingüístico del tipo “¿Qué puedo aprender de esto?” o “Sólo se equivoca el que se pone en acción y estoy contento de aprender haciendo”, mi autoestima y capacidad de superación ante los diferentes retos que surjan aumenta.

PODEMOS CULTIVAR UN LENGUAJE NUEVO QUE CONSTRUYA Y NUTRA, Y CAMBIAR NUESTRO DIÁLOGO INTERNO CASTRANTE

La PNL nos permite comprender fácilmente cómo hemos configurado nuestros pensamientos, emociones y formas de comunicarnos con nosotros mismos y con los demás. Hablamos de comunicación in terna cuando nos referimos a nuestra particular forma de diálogo interno. El modo en que nos hablamos a nosotros mismos afecta en gran medida nuestra comunicación con los demás.

La PNL es un modelo formal y dinámico de cómo funciona la mente y la percepción humana, de cómo procesa la información, la experiencia y las diversas implicaciones que esto tiene en la vida de cada persona. Este modelo permite descubrir cómo se forman los hábitos mentales y emocionales, esa conexión única y personal que realizamos debido a nuestras experiencias y creencias. ¿Qué pasaría si pudieras cambiar las formas habituales de pensar, sentir y hacer que te perjudican y te impidieran vivir sano y feliz?

Richard Bandler define la PNL como un “método educativo para aprender a utilizar nuestra propia cabeza” y, aunque es una definición humorística, la realidad es que al permitirnos entender “cómo” pensamos, sus técnicas nos ayudan a ordenar nuestro diálogo interior para poder generar un lenguaje potenciador que construya y nutra en vez de generar incertidumbres y fricciones que luego pueden causar somatizaciones, ineficacia e infelicidad.

Otra cuestión esencial: la neurociencia actual ha verificado que terminamos siendo adictos a la química interna que producen nuestras emociones habituales, aunque nos haga sufrir, siguiendo el hábito que refleja el refrán “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Para salir de ese bucle adictivo hay que “desintoxicarse”. Si eres adicto a ver siempre la parte negativa, a poner peros, a ver los juicios, a sentirte víctima… buscarás experiencias que te lo hagan revivir sin darte cuenta.

La PNL pone de manifiesto que cada uno de nosotros piensa distinto que los demás y, aunque utilicemos la misma palabra, la representación interna y personal es diferente, al igual que las reacciones que provoca. El “amor” en realidad no existe, cada uno construye mentalmente su idea personal e intransferible a través de representaciones con imágenes, sonidos y sensaciones. Tu representación es única e irrepetible.

“SI ALGUIEN DESEA UNA BUENA SALUD, PRIMERO DEBE PREGUNTARSE SI ESTÁ LISTO PARA ELIMINAR LAS RAZONES DE SU ENFERMEDAD. SOLO ENTONCES ES POSIBLE AYUDARLO”. HIPÓCRATES

Conociendo el proceso de formación de estas “representaciones” que nos hacemos de la “realidad”, podemos aprender a desactivar emociones que nos están haciendo daño y que nos impiden, por ejemplo, tener relaciones plenas y estar en paz. Además, podemos aprender algo que puede ser considerado casi más importante: “potenciar las emociones positivas que nos posibiliten descansar en nuestras fortalezas, ampliar horizontes y disfrutar más de la vida”. Muchas veces, potenciando lo positivo y quitando la atención de lo negativo, los obstáculos terminan por diluirse si dejamos de activar y reforzar esas redes neuronales de pensamientos negativos recurrentes.

Merece la pena enfocarse en recordar todas aquellas veces en las que fui feliz, recrearlas, revivirlas, todas las veces en las que sentí seguridad, confianza, paz, centramiento, fuerza, ternura, lucidez, flexibilidad, resiliencia… Son emociones mucho más satisfactorias y entretenidas. Y a esto lo llamamos “un hábito saludable”.

En 30 años de experiencia trabajando con la PNL hemos comprobado muchas veces que cambiar los hábitos mentales y emocionales tiene gran repercusión en nuestra salud y en la de nuestro entorno. Sólo hace falta una cosa: ponerse manos a la obra y querer cambiar lo que nos limita con todo el corazón.

¿POR QUÉ LA LLAMARON PNL?

PROGRAMACIÓN: porque hay que partir de que estamos programados o condicionados por nuestros recuerdos, creencias o patrones de aprendizaje, y la buena noticia es que podemos reprogramarnos para desactivar programas limitantes.

NEURO: porque el cerebro genera redes neurológicas donde se alojan representaciones encadenadas de lo percibido y vivido: mapas de la realidad, diferentes para cada uno. Y esas redes se pueden cambiar para activar tendencias positivas y empoderadoras.

LINGÜÍSTICA: porque el lenguaje estructura y es estructurado por nuestro proceso de pensamiento, sostiene nuestra conducta y disposición ante la vida, y podemos cultivar un lenguaje nuevo que construya y nutra, y cambiar nuestro diálogo interno castrante.

GUSTAVO BERTOLOTTO

Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº20

27 Sep, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

Lo mejor de mí. Un camino hacia la felicidad

13 Jul, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Revista, Sociedad sana

Algo que tenemos en común todos los seres humanos es el deseo de felicidad. Casi toda nuestra conducta está basada en impulsos más o menos conscientes con la intención de ser más felices. Podríamos decir que la historia del hombre es la de la búsqueda de la felicidad.

Existen dos corrientes en esta búsqueda. Una de ellas afirma que la felicidad depende de que las circunstancias externas sean las adecuadas, y que hay que luchar por ello.

La sociedad de consumo promueve la felicidad en tener: esta ropa, aquella tecnología, ir a tal espectáculo, o tener una casa y un trabajo que nos permita estar seguros. Muchas religiones afirman que cumpliendo ciertos preceptos, acabaremos reuniéndonos con un dios que está en otro lado. La política propone que la felicidad llega cuando gobierna tal o cual partido. Todas ellas se centran en una felicidad que depende de lo externo.

Está bien tener objetivos que nos aporten bienestar. En muchas ocasiones son una fuente de motivación y evitan que vayamos a la deriva en la vida. Pero cuando hacemos depender nuestra felicidad de que estos objetivos se cumplan, surgen conflictos. Si solo estamos abiertos a que suceda lo que queremos, la esperada felicidad puede convertirse en infelicidad.

Hay otra forma de concebir la felicidad que la considera una experiencia interna, no tanto relacionada con lo que nos sucede sino con nuestra actitud hacia ello.

Lo que determina que nuestra vida sea una más, o una enorme bendición para nosotros y para el planeta, no es lo que nos suceda en la vida sino cómo respondemos ante ello.

Víctor Frankl era un joven y prometedor psiquiatra de la primera mitad del siglo pasado. Se carteaba con Freud y acababa de casarse muy enamorado, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y fue internado en un campo de concentración. Su mujer y sus padres también lo fueron, y allí murieron al igual que casi toda su familia y amigos. Frankl experimentó los horrores y vejaciones de su condición de prisionero durante gran parte de la guerra. Observó que cuando un compañero caía presa del desánimo, al poco tiempo era enviado a las cámaras de gas, o enfermaba y moría. ƒl pudo haberse dejado invadir por el resentimiento o la tristeza, pero no lo hizo. En una ocasión se encontraba aislado, en un calabozo en las peores condiciones imaginables, y para agarrarse a la vida se vio en el futuro dando conferencias en las que explicaba cómo es posible sobrevivir en un campo de concentración.

Fue liberado al acabar la guerra y llegó a cumplir aquello a lo que se agarró para sobrevivir. Ocupó cátedras en universidades europeas y americanas, y fue conferenciante en muchos países.

La experiencia límite en el campo de concentración le inspiró el libro El hombre en busca de sentido donde expresa lo que no se le puede arrebatar al ser humano: “La última de las libertades humanas: la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino”.

Frankl demostró que aún en las situaciones extremas el ser humano puede seguir siendo  libre. Su legado es inmenso porque nos mostró que si él fue capaz de elegir, nosotros somos libres de hacerlo en nuestros pequeños retos de cada día.

A partir de la década de los noventa Stephen Covey ha sido considerado uno de los gurús empresariales norteamericanos. Covey recogió el legado de Frankl y lo aplicó a la vida cotidiana afirmando que “Entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir”. Por tanto, nuestra conducta se basa en nuestras decisiones, no en nuestras circunstancias o en nuestras emociones.

Y definió lo que llamó “pro-actividad” como “la iniciativa y la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan”. Covey afirma que la base de una felicidad duradera es ejercitar esta libertad con una profunda ética en nuestras vidas.

Frankl habla en su libro de los hombres libres, aquellos que iban de barracón en barracón consolando a los demás o dándoles el último trozo de pan que tenían. Covey declara que la felicidad duradera sólo puede estar basada en unos principios asentados interiormente.

Ambos relacionan la libertad y la felicidad con una actitud interna.

No hace falta ser un Frankl o un Covey para ser libre, todos conocemos personas que viven dando lo mejor de sí mismas de una forma anónima. He visto a Teresa dedicar su vida a limpiar casas, poniendo orden y armonía por donde pasa, y con su trabajo dar hogar y estudios a su hijo. Y existen muchas Teresas en la Humanidad.

Si disponemos de esa enorme libertad, ¿por qué en muchos casos no la utilizamos? Probablemente porque no nos han educado en ella y no sabemos ni siquiera que existe. Nada en la educación formal está orientado a que seamos unas personas libres y felices. Si ese es nuestro más grande deseo necesitamos formarnos nosotros mismos. ¿Cómo?

La idea es sencilla: Si aprendes a conocer lo mejor de ti y a darlo, serás más feliz y harás más felices a los demás. Además motivarás a los otros a dar lo mejor de ellos mismos. Si cada miembro de un grupo da lo mejor de sí, la felicidad se multiplica.

Si aprendes a conocer lo mejor de ti y a darlo, serás más feliz y harás más felices a los demás.

QUÉ VOY A OBTENER

Uno de los descubrimientos más importantes de las últimas décadas en psicología de la conducta es que nosotros somos responsables de nuestra bioquímica cerebral. Determinados pensamientos y estados de ánimo generan unos neurotransmisores concretos que tienden a su vez a reproducir ese modelo de pensar o de sentir, siendo este un motivo de por qué los rasgos característicos de las personas se mantengan en el tiempo.

a) Redescubrir tus logros.

La dopamina es una potente hormona y neurotransmisor muy relacionada con el área del cerebro que gestiona la sensación de recompensa. El efecto de la dopamina es tan significativo que se la denomina la hormona del amor, y se ha descubierto que la adicción sicológica a la cocaína es porque ésta ocupa los receptores de dopamina causando que el sentimiento de bienestar del adicto dependa de la ingestión de la droga.

Redescubrir tus propios logros es fundamental. Cuando vives o revives una situación de éxito (el inconsciente no distingue entre lo que sucede y lo que recuerda), el cuerpo produce dopamina. La dopamina genera una acción en cadena de otras hormonas que llevan a una acción con expectativas positivas; un estado opuesto al miedo que paraliza y encoje.  Recordar nuestros logros induce una actitud más positiva hacia la vida que nos lleva a realizar nuevos logros. Esta dinámica crea una espiral ascendente de sucesos positivos que atraen felicidad a tu vida.

b) Emociones positivas.

Uno de los objetivos es la creación de emociones positivas. Se ha investigado mucho acerca de los enormes beneficios psicofisiológicos de las mismas. Aunque a algún romántico le guste de vez en cuando un toque de tristeza, seguramente que te sentirás mucho mejor cuando estás alegre que cuando estás triste, o serás más feliz sintiendo amor que ira.

Las emociones positivas inducen una cascada de neurotransmisores que nos rejuvenecen, nos sanan y nos aportan felicidad. Y tienen dos enormes ventajas: son gratuitas y reproducibles a voluntad con un mínimo entrenamiento.

c) Funcionar en modo “Lo mejor de mí”.

Vivir dando lo mejor de ti a ti mismo y a los demás aporta un enorme gozo. Si lo llevas a cabo tu felicidad pasará de depender de lo que te rodea a depender única y exclusivamente de ti mismo.

 

FERNANDO SÁNCHEZ QUINTANA

Sobre el libro Lo mejor de mí

Este libro es una guía para que tu felicidad dependa de ti, no de lo que te suceda. En él encontrarás conceptos claros, concretos y fáciles de aplicar para sentir cada día bienestar y compartirlo con los demás.

Aunque no nos han educado para ser felices, si sigues esta guía verás que el camino es sencillo. Para ello necesitarás tener compromiso contigo mismo, con tu deseo de ser feliz.

El libro está inspirado en el proyecto “Lo mejor de mí”, de la Fundación Vivo Sano.

El autor, Fernando Sánchez Quintana ha publicado varios libros sobre salud y conciencia, trabaja en sicoterapia desde hace diez y ocho años, y es maestro de meditación, técnica que practica desde hace treinta años.

www.edicionesi.com

 

Este artículo está publicado en la Revista Vivo Sano nº1

13 Jul, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Revista, Sociedad sana

Serena mente. Viajar al interior de uno mismo

11 Jul, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

Muchas personas se acercan a la meditación con la intención de mejorar su salud, estar más relajadas y tener mayor bienestar y, ciertamente, puede ser un buen camino para comprender los verdaderos logros que nos puede aportar la práctica de la mente serena. Pero quedarse en eso, es quedarse en la orilla de un gran océano, el océano de la conciencia.

Tenemos ante nosotros un mundo inmenso en el que zambullirnos. Después podremos profundizar más o menos, pero ya estaremos inmersos en las aguas de la mente, de la mente serena; de la vida, de la vida serena.

Antes de nada, hay que considerar que aprender a meditar no lleva mucho tiempo, ni un especial esfuerzo; en realidad todos sabemos meditar de forma innata, lo hacemos todos los días consciente o inconscientemente. Si no fuese así no podríamos vivir. La mente necesita meditar. La meditación es como la respiración, sin respirar correctamente nuestra calidad de vida disminuye. Sin meditar asiduamente nuestra mente se encoje y la conciencia se oculta.

Pero ¿qué es meditación? Respirar es meditación, si somos capaces de comprender que somos nosotros quienes respiramos, independientemente de cómo respiremos; observar es meditación, si somos capaces de comprender que somos nosotros quienes observamos, independientemente de qué observemos; mantener la atención serena es meditación, si somos capaces de comprender que la atención es una herramienta, no la meta de una mente serena, y que somos nosotros quienes estamos ahí fluyendo a través de la atención serena, independientemente de cuál sea el objeto de atención. Caminar es meditación si somos conscientes de que caminamos, de que estamos caminando, de que somos el que camina. Esto es meditación, ésta es la práctica de la mente serena. Caminar, correr, estar sentado, hablando, amando… consciente, serenamente. Meditar es ser consciente de nosotros mismos; meditar es ser consciente de estar presente. Y no me refiero a estar en el presente, sino a estar presente en uno mismo, en el gozo de la propia presencia, más allá de lo que suceda.

MEDITAR ES SER CONSCIENTE DE NOSOTROS MISMOS; MEDITAR ES SER CONSCIENTE DE ESTAR PRESENTE

Sentado en posición de loto, sentado con las piernas cruzadas, sentado en el taburete, de pie en la ventana, de pie en cualquier sitio, andando por el campo, caminando por la ciudad, consciente de lo que sucede, consciente de uno mismo, consciente de estar, consciente de ser… Esto es meditación. Esta es la práctica de la mente serena.

Al sumergirnos en la práctica de la mente serena, vamos comprendiendo que todo es meditación, que todo puede ser objeto de que estemos en estado de meditación, y sumergidos en ese río de la consciencia, en su suave transcurrir, mientras se van diluyendo en esas aguas tranquilas la ira, la frustración, el temor o lo ilusorio. Y, poco a poco, vamos entrando en un estado donde la mente permanece en sí misma, sin obstáculos, sin tergiversación. Y entendemos que no se trata de tener una mente extraordinaria, sino de tener una mente normal, lo que es en sí realmente extraordinario.

Y gracias a la mente serena comprendemos que vivir es en sí una experiencia maravillosa, que no precisa más que saber que estamos vivos. Podemos creer que ya sabemos que lo estamos, pero ¿cuántas veces somos realmente conscientes de ello? Para saber si aún estamos vivos, podemos preguntarnos si tenemos tiempo para ofrecer algo que sea valioso a los demás, si tenemos tiempo para jugar y disfrutar con las cosas sencillas, si nos damos cuenta de los regalos que nos brinda la vida.

Uno de estos regalos es la práctica de la mente serena, que abarca los momentos de práctica deliberada y la que surge de forma espontánea y que nos da la auténtica medida del alcance que estamos logrando con nuestra mente. Sin premeditación, sin control, sin atención absorbente, surge nuestra verdadera esencia y, poco a poco, vamos siendo capaces de vivir cada momento conscientemente y en paz con nosotros mismos y con el mundo.

Conforme avanzamos en nuestra práctica, vamos asumiendo que es nuestro compromiso con nosotros mismos ser conscientes de lo que decimos, de lo que hacemos, de lo que sentimos o de que respiramos cada vez que inspiramos y espiramos, sin atención forzada, de forma natural y abierta. Cuando practicamos la respiración consciente, vivimos serenamente. Cuando vivimos serenamente, somos conscientes; cuando somos conscientes, vivimos serenamente.

La práctica de la mente serena activa el inconsciente más profundo y acerca estas experiencias transcendentales al consciente. Y entonces surge la meditación natural: ser conscientes de lo que hacemos, de lo que vivimos sin necesidad de tener la atención focalizada en algo concreto.

Es fácil percatarse de que sobreesforzar la mente no conduce más que a hacer que ésta se cierre. Cualquiera puede comprobar que la atención sostenida sobre algo limita nuestra percepción. Sin embargo, una mente serena se expande y amplía la capacidad de percibir con más profundidad la realidad y a nosotros mismos como parte de ella, inmersos en ella, siendo ella. Entonces comprendemos que la mente no debe estar atenta, sino que simplemente hay que dejar que se pose sobre algo, incluso sobre sí misma, sin deseo, sin intención, ni propósito, ni objetivo o planificación; no esperamos un determinado resultado, simplemente estamos. Lo contrario sería una premeditación; es decir, anticipar lo que deseamos o esperamos que suceda, y éste es un callejón sin salida en el que podemos entrar al pretender lograr algo supuestamente beneficioso a través del pensamiento positivo e ilusorio.

Este es uno de los motivos por los que mucha gente abandona la meditación al creer que no avanza por su propia culpa, por no estar preparado y capacitado, pero, sencillamente, es porque no ha encontrado la práctica correcta que le permita avanzar gozosamente, ya que todos podemos aprender fácil e instantáneamente gracias a la práctica de la mente serena.

Para finalizar veamos un sencillo ejemplo. Aunque podemos comprobar que una respiración lenta y profunda es muy beneficiosa, lo realmente importante no es que sea más o menos corta o larga, más o menos profunda, sino ser consciente de ella y de que somos nosotros quienes estamos presentes, en este momento, respirando.

Respiro, inhalo… exhalo… Inhalo, siento el aire entrando en mi interior, lentamente; percibo el aire dentro de mí. Exhalo, siento el aire saliendo de mi cuerpo, suavemente… Respiro… Sonrío… Medito…

RAÚL DE LA ROSA. www.rauldelarosa.org

Artículo publicado en la Revista Vivo Sano nº19

11 Jul, 2018 - Gestión del estrés y desarrollo personal, Persona sana, Revista

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