
Si usted se reconoce en alguno de estos rasgos, probablemente tenga un TAG (trastorno de ansiedad generalizado):
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- → Preocupación excesiva e infundada por la salud de los familiares y tendencia a una interpretación pesimista del más pequeño síntoma. Por ejemplo, frente a un resfriado de un familiar, se piensa en la posibilidad más grave, como que tenga una neumonía y pueda fallecer por ello, incluso se imagina el entierro. Se magnifican los problemas y hay una tendencia a una visión catastrófica del futuro.
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- → Tendencia exagerada al control de todas las situaciones, incluso las actividades más triviales. Se intenta prever cualquier posibilidad, no se deja nada al azar, no se toleran los cambios de planes preestablecidos, reaccionando con frustración cuando no se logra lo programado.
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- → Hiperatención, estado constante de alerta, como si un peligro acechara, molesta cualquier ruido, se está muy susceptible e irritable. Si las cosas van bien, uno se hace la pregunta: ¿cuándo se va a acabar esto?, ¿cuándo va a venir la catástrofe?
Los tratamientos convencionales: las benzodiacepinas, utilizadas generalmente en el tratamiento de la ansiedad, pueden producir, por un lado, una sedación excesiva que puede interferir en las actividades diarias y en el rendimiento laboral y, por otro lado, la posibilidad de desarrollar dependencia y síndrome de abstinencia si se interrumpe su consumo de manera brusca. Además, no tratan el conflicto que produce la ansiedad. Son un tratamiento sintomático, pero no tratan la causa. Por eso la Medicina Integrativa ofrece otras opciones:
La dieta antiinflamatoria es importante. Las modificaciones corporales afectan a nuestro psiquismo y la salud física impacta directamente en la salud psíquica. Es recomendable evitar el exceso de sustancias excitantes como la cocacola o el café, ricas en cafeína. Una buena función intestinal y hepática es importante para mejorar nuestro estado de ánimo.
La nutrición ortomolecular (suplementación nutricional) con ácidos grasos omega 3 (por ejemplo el DHA o ácido docosahexaenoico) que tanto necesitan nuestro cerebro), la fosfatidiletanolamina/ fosfatidilserina, los complejos con vitamina B, o por ejemplo la adecuada prescripción de GABA (un neurotransmisor “sosegador o tranquilizador”), facilitan que nuestro cerebro “se alimente correctamente”.
Se ha demostrado que el ejercicio realizado regularmente, sobre todo al aire libre, reduce la ansiedad. Recuerda la máxima Mens sana in córpore sano. El cuerpo es nuestra casa y hay que cuidarla.
